Lourdes Arrieta es oriunda de San Juan, pero se autopercibe mendocina. Porque vivió la mayor parte de su vida en esta provincia. También se cree que es importante y gravitante.
Básicamente porque pasó de vender productos de Mary Kay a ocupar una banca como diputada nacional por La Libertad Avanza. O sea… pasó de ser pobre a tener bastante contante y sonante.
Pero no es eso lo peor, sino el hecho de que se “agrandó”. “Se la creyó”, como sabe decirse. Y empezó a mirar a todos los demás por encima de sus propios hombros.
Y cuando los periodistas le intentamos pedir explicaciones por su visita a los represores de la última dictadura, nos trató de “ensobrados”. Milei style.
Lo que demostró con esa frase es su propia ignorancia. Y que desconoce las reglas del republicanismo más básico. Porque su sueldazo surge del aporte de todos los contribuyentes. Ergo, debe las explicaciones del caso. Porque se trata de recursos públicos.
Pero Arrieta jamás lo entenderá, porque es una persona básica, que carece del más mínimo sentido común. Si llegó a diputada es merced a su íntima cercanía con Martín Menem. No hay más explicación que esa.
Dicho sea de paso, sus desatinos han empezado a alejarla del hoy titular de la Cámara de Diputados. A Menem no le gustó nada la referida visita a los represores. Menos aún el uso de avales truchos para conseguir el armado de La Libertad Avanza en Mendoza. Un pifie detrás del otro. Sin mencionar el nepotismo —y patoterismo— con el cual se maneja en la política.
Lo que no entiende Arrieta es que el poder es temporal. Como se sube, se baja. Y cuanto más se suba sobre su propio ego, desde más altura caerá. Y más le dolerá el golpe.
Entretanto, alguien tendría que explicarle de qué va la cosa. Porque ella sola jamás logrará entenderlo. En su cabeza no hay nada de nada, apenas sí unos patitos amarillos.