Estamos en tiempo de descuento, los síntomas son inconfundibles. Sube la tasa de interés de los bancos, los créditos encarecen su costo y hasta las monedas extranjeras —como el dólar y el euro— empiezan a subir en sus cotizaciones. A su vez, las reservas del Banco Central han disminuido drásticamente y esto empuja la inflación debido a la emisión de dinero sin el respaldo pertinente en dólares.
A ello debe sumarse la resistencia de ciertos organismos internacionales a la hora de prestar dinero a nuestro país y las reticencia de Hugo Chávez a "ayudar" nuevamente a la Argentina, debido al enojo que provoca en el mandatario venezolano el doble discurso kirchnerista.
La espiral de recesión que vive la Argentina se potencia por similar fenómeno que sufre el mundo entero —especialmente Estados Unidos— y la incesante baja de los commodities agropecuarios.
Los rumores que empiezan a circular en estos días no son nada auspiciosos. En las últimas horas, por caso, docenas de personas han comenzado a trocar sus ahorros a dólares y euros, lo cual ha provocado una inesperada suba de ambas monedas. Por este motivo, las reservas del Banco Central retrocedieron US$ 140 millones en una sola jornada.
Asimismo, grandes empresas han empezado a transferir parte de sus capitales —y sus ganancias— hacia el exterior, especialmente tres importantes multinacionales de extensa raigambre en nuestro país.
En picada
Sabe el kirchnerismo que se acercan días aciagos e intenta anticiparse a los acontecimientos. Una de las medidas que elucubra el propio Néstor Kirchner —ya no desde Puerto Madero, sino desde la quinta de Olivos— es un "lavado de cara" al Ministerio de Economía, motivo por el cual se evalúa nombrar al frente de esa cartera al actual presidente del Banco Central, el oscuro Martín Redrado.
La idea es culpar por lo sucedido con el campo a Martín Lousteau y al jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Oportunamente, en caso de no poder bajar los decibeles de esta disputa, ambos funcionarios serán removidos de sus cargos: Lousteau sería reemplazado por Redrado y Fernández —como ya se ha asegurado en este sitio— sería trocado por Carlos "Chino" Zanini, actual ideólogo del poder K en las sombras. La idea es hacer creer que el oficialismo avanzó contra el campo por el "mal asesoramiento" los mencionados ministros.
Confía ilusamente el oficialismo en que la población creerá semejante fábula y "cerrará filas" a ese nivel. Grave error: a esta altura hace falta mucho más que esto para convencer a una sociedad que ha conocido en sólo 20 años lo que es la "hiperinflación" y el "corralito" financiero.
No alcanza siquiera la cortina de humo —valga la ironía— que se intenta en estos días respecto a los incendios de pastizales, ni la búsqueda judicial frenética de funcionarios que otrora han sido parte de la condenable dictadura militar.
Mientras el kirchnerismo intenta desviar el foco de atención, la plaza financiera vive en estos días una importante "corrida" contra algunos de los principales instrumentos de inversión locales. En tal sentido, no es menor el hecho de que resultaran "golpeados" los bonos de la deuda pública emitidos en pesos, que perdieron hasta el 3,5%. Según publica en el día de la fecha diario La Nación: "hay un contexto de renovada demanda de dólares que se hace notar desde hace algunas semanas y parece mostrar que crece en el mercado la sospecha sobre la posibilidad de que el Gobierno facilite un ajuste alcista en el tipo de cambio, un cambio que había sido desestimado días atrás por el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, en declaraciones radiales."
Tal como asegura La Nación, el dólar volvió a experimentar un fuerte repunte en el segmento mayorista de negocios y se agudizó la caída de los títulos argentinos, pese a que ya cotizaban, en muchos casos, como "bonos basura". Esta depresión general incluyó a los títulos en dólares y los —hasta hace poco inmunes— cupones atados al crecimiento de la economía, que retrocedieron hasta el 3,6%, como en el caso del nominado en pesos.
Asimismo, la tasa de riesgo financiero local dio un salto de entre 20 y 59 puntos, llegando a 565 puntos según la medición del banco de inversión JP Morgan, que sólo considera a los bonos locales emitidos en moneda extranjera y bajo legislación foránea.
A esto hay que agregar la elocuente desaceleración del consumo que vive en estos días nuestro país, especialmente en lo referido al rubro "alimentos y bebidas". La consultora AC Nielsen asegura en un detallado informe que en marzo último "se cortó la racha ascendente que venían registrando las ventas de productos de la canasta básica". Lo mismo sucede con la venta de automóviles, un rubro que ha venido registrando incesantes subas y que, en las últimas semanas, ha sufrido una preocupante desaceleración.
Concluyendo
No se puede tapar el sol con un dedo, así como no se puede combatir a la inflación "retocando" los números del INDEC para engañar a la sociedad. La única manera de resolver un conflicto es delimitarlo —luego de admitirlo— y trabajar sobre él. Si uno se engaña a sí mismo negando la existencia del problema, difícilmente pueda solucionarlo.
Lo que se vive en estos días —y que amenaza con incrementarse— es una creciente inflación en el marco de una recesión incipiente. Es el peor de los escenarios posibles, ya que el poder adquisitivo del trabajador está estancado y los precios no dejan de subir, lo cual provoca que casi no haya consumo.
La única manera de revertir esta situación es con una importante inyección de capitales, algo que el gobierno ya sabe. No casualmente busca desesperadamente que alguien le preste dinero y ha hecho reaparecer términos económicos que hacen temblar al más valiente, como "canje" y "blindaje".
La economía argentina está agonizando y los funcionarios actuales no parecen ser los mejores cirujanos para curar al paciente. Un médico que niega la patología de su paciente y sólo combate algunos de sus síntomas, sólo logra extender una agonía que finalmente consumirá al afectado. Es dar una mísera sobrevida a un paciente que finalmente fallecerá.
La solución debe aplicarse ya mismo, antes de que termine de explotar la economía. De lo contrario, el oficialismo será víctima de su propia implosión política.