Los primeros efectos ¿positivos? del anuncio hecho en el día de ayer por Cristina Kirchner se han diluido en menos de lo que canta un gallo. El envío del proyecto por las retenciones enviados al Congreso Nacional demostró ser una trampa discursiva y nada más, ya que sólo puede votarse a “libro cerrado”, esto es, sin la mínima posibilidad de discutir su contenido.

    El desdibujado vicepresidente, Julio Cobos, festejó, pero sólo hasta que se dio cuenta de que le habían tomado el pelo. ¿Será el próximo chivo expiatorio de este conflicto? Es lo que temen varios, incluso los más escépticos. El kirchnerismo, en el peor de los casos, dirá que hubo un malentendido y que las palabras de Cobos fueron malinterpretadas sin mala fe.

    Sea como fuere, sigue avanzando el armado del acto oficial de esta tarde, en medio de un elocuente desagrado social y con recursos que el Estado no puede afrontar en medio de la ascendente crisis del crecimiento del gasto público. Poco importa, la convocatoria se llevará adelante sí o sí.

    A falta de dinero, en José C. Paz —feudo del corrupto Mario Alberto Ishii— se acopia a empleados públicos bajo amenaza de despido si no concurren al acto K.

    Como en las últimas semanas, se teme poca concurrencia espontánea por parte de la sociedad. En el mismo sentido, algunos líderes de la talla de Mario Das Neves y Jorge Busti —que otrora aportaban centenares de concurrentes— ya han anticipado su faltazo.

    Por ello, hubo que recurrir a manifestantes jujeños, afectos a recibir menos dinero que los bonaerenses y más difíciles de tantear por el periodismo para que admitan haber sido “rentados” por el oficialismo.

    ¿Cree realmente el kirchnerismo que la sociedad se traga esa supuesta presencia espontánea en el acto? Ya no. No sólo nadie lo cree, sino que muchos muestran elocuente enojo por ello. ¿Cómo es que no hay dinero para cuestiones sociales básicas pero sí para despilfarrar en una innecesaria convocatoria? Es la pregunta que se hace más de uno.

    ¿No ha entendido acaso el kirchnerismo que la sociedad ha marchado en contra de este tipo de movidas?

    El acto de hoy se ha iniciado mal parido. Un manifestante jujeño acaba de fallecer por la caída de un trozo de hierro, aparentemente perteneciente a un farol de iluminación, sobre su cabeza. ¿Se suspenderá la convocatoria por ello? Aún no se sabe.

    Una fractura, pero de otro tipo, se ha dado a nivel político y promete seguir avanzando en dirección contraria a los intereses oficiales. Media docena de gobernadores e intendentes que hasta hace horas defendían el esquema kirchnerista, han empezado tibios contactos con la gente del campo. Lo mismo sucede con los denominados radicales K.

    Unos y otros han caído en la cuenta, más tarde que temprano, de que la ceguera del matrimonio presidencial sólo tiene una inevitable desembocadura: la más cruda autoinmolación.

    Nadie ha recibido aún suficientes “beneficios oficiales” como para aceptar su propio suicidio político. “Mejor despegarse ahora, antes de que explote todo”, admitió anoche un intendente bonaerense que hasta hace sólo una semana era alcahuete del gobierno. Sus palabras reflejan el pensamiento de la mayoría de los jefes comunales de la provincia de Buenos Aires, los cuales dependen —en la mayoría de los casos— del humor social de sus propios gobernados.

    La merma de referentes kirchneristas a los actos es tan evidente que puede demostrarse con sólo comparar cada nueva movilización organizada desde el seno del Frente para la Victoria. Es la misma postal, pero cada vez más vacía.

    Esa misma vacuidad se refleja en las encuestas, las cuales muestran una imagen tan pero tan baja del gobierno, que son ocultadas a los ojos de la sociedad.

    Mientras se escriben estas líneas, el acto kirchnerista sigue organizándose en la más increíble de las sorderas oficiales. ¿Sabrá el gobierno que semejante gesto puede ser el comienzo de su propia implosión?