Cuando se habla de infidelidad se piensa en diversas cuestiones referidas a la intimidad del hombre y la mujer, pero esencialmente a sus conductas privadas. Las crónicas periodísticas que hablan del engaño suelen mencionar morbosos detalles de la inconducta de género —tanto masculino como femenino— e intentan explicar el por qué de la ausencia de fidelidad.
Ríos y ríos de tinta se han escrito al respecto, pero pocas veces contadas desde la mirada tan precisa y curiosa como la de un detective privado. Este periódico pudo acceder al testimonio de Alejo, un investigador que trabaja en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires y que no deja de ser un implacable observador de las relaciones de pareja.
Lejos del estereotipo del detective que muchos imaginan, Alejo no usa pilotín ni anda con una lupa en su mano. Se viste con jeans gastados y una camisa prolijamente arrugada. “Lo ideal para hacer mi trabajo es pasar desapercibido. Si me visto llamativamente, es fácil que me reconozcan. Ojo, si tengo que ir a un lugar lujoso, me pongo un traje, pero usualmente me visto así como me ves ahora”, aseguró.
-¿Cuánto hace que te dedicás a la tarea de detective?
-Hace unos 10 años, empecé un poco por necesidad. No tenía trabajo y justo había hecho un seminario de investigación, lo cual hizo que se me prendiera la lamparita. Al principio me moría de hambre, pero después me empezó a ir mejor y mejor.
-¿Te gusta lo que hacés?
-Mucho, hoy no me imagino haciendo otra cosa.
-¿Cómo hacés para promocionarte?
-Al principio publicaba en diario Clarín un par de veces por semana, pero ahora sólo laburo por referencia. Es más seguro. Sólo trabajo con personas que me recomiendan mis propios clientes.
-¿Cuál es el perfil de la persona que te contrata?
-De todo tipo. Hay gente que quiere saber qué hace su socio, si puede confiar en él. O que está por armar un emprendimiento con otra persona y me pide averiguar si la persona con la que va a juntarse es confiable.
-¿No tenés casos de hombres o mujeres que desconfían de sus parejas?
-¡Sí, obvio! 8 de cada 10 personas que me contratan, lo hacen para seguir a sus parejas… y eso es lo que me da de comer (risas).
-¿Recordás algún caso en particular que quieras contar?
-Muchos, tengo muchas anécdotas en tantos años de laburo. Y me pasó de todo. Hay hombres que te contratan para seguir a sus mujeres y cuando no encontrás ninguna infidelidad, no te creen. Piensan que estás encubriendo a las mujeres. Yo les digo que vayan a un psicólogo porque su problema es otro.
-¿Y cuando encontrás que la infidelidad es real, qué haces?
-Yo suelo trabajar con fotos y videos, y es lo que entrego a los clientes, para que no haya malas interpretaciones ¿Cómo podés no creer en lo que dice una foto?
Me pasó al principio, cuando empecé a laburar de esto, que le dije a un tipo que había visto a su mujer con otro entrando a un hotel y no me creyó porque no tenía fotos ni nada. Me dijo “No puede ser” y se puso a llorar como un pibe.
-¿Y a vos que te pasa cuando un cliente se quiebra, como este caso que contás?
-Yo trato de ser frío, no me puedo involucrar, pero no soy de madera. Me quedo re mal cuando eso pasa. A veces pienso que no me vendría nada mal un curso de psicoanálisis para entender la psicología humana. Muchas veces, el tipo más desconfiado de su esposa es el que menos te cree, ¡con fotos y todo!
-Las mujeres, ¿también te contratan?
-Sí, mucho más que los hombres. Y me sorprendo porque la mayoría de las veces las amantes de sus maridos son mucho más feas que ellas. Me pasó hace poco que descubrí que un tipo engañaba a su mujer con un travesti prostituto. Lo levantaba de la zona de Constitución. ¡No sabés lo feo que era, mama mía!
-¿Y cuál es la reacción de las mujeres cuando descubre el engaño?
-La mujer queda destrozada, se pone mucho peor que un hombre. El hombre te pide que te vayas, que lo dejés solo; la mujer te empieza a preguntar cosas que vos no podés contestar.
-¿Como qué?
-Como “¿A vos te parece que me cague con ese adefesio?”. O te empiezan a contar cosas que hicieron, sacrificios, por sus maridos. Y no podés irte como si nada. Acabás de romperle los esquemas y lo menos que podés hacer es quedarte a escuchar un rato.
-¿Qué fue lo peor que te pasó en una situación así?
-Nunca es agradable, pero una vez una mujer quería que matara al marido, me decía que me pagaba lo que fuera para asesinarlo. Era una mina de barrio Parque, una zona carísima de Capital Federal; tenía mucha, pero mucha plata. Me acuerdo que me decía “acá al lado vive el juez tal, es mi amigo, no te va a pasar nada”. Yo le dije que no y empezó a romper todo, ¡una locura!
-¿Qué hiciste entonces?
-Zafé porque llegó la hija de la mujer y se trenzaron a discutir entre ellas. Yo aproveché y me fui silbando bajito.
-¿Te volvió a pasar algo parecido en alguna otra oportunidad?
-No, lo que sí me pasó fue que una mujer despechada me pidió que tuviera sexo con ella, cuando se enteró de la infidelidad de su esposo. Estaba indignada porque salía con su propia hermana. Lo tomó como una doble traición.
-¿Y vos que hiciste?
-¡Nada! Yo aprendí que lo mejor es no mezclar el trabajo con esas cosas. ¡Te juro que me costó pero no avancé! (Risas)
-¿Qué otro caso insólito te acordás?
-Un tipo que me contrató para seguir a su amante. Aunque te suene increíble es real, y el tipo me lo blanqueó de entrada. No le importaba lo que hacía su esposa pero sí su amante. Era un tipo de unos 60 años que salía con una pendeja de 25.
-¿Y lo engañaba?
-¡Claro! (risas). Lo engañaba a full. El viejo la dejaba en la casa y la mina esperaba un rato y se iba a “bolichear”. De ahí siempre salía con algún flaco con dirección a algún hotel.
-Ese fue un laburo fácil para vos…
-Totalmente. Cobré bien y después el tipo me recomendó a otros clientes muy buenos.
-¿Algún otro caso de destacar?
-(Piensa) Una vez me contrató un tipo para seguir a su mujer, estaba seguro de que lo engañaba. Era una mujer mayor pero muy bonita, muy llamativa. Yo hice el seguimiento y no encontraba nada, así estuve una semana entera. La mujer sólo iba a hacer compras y volvía a la casa. Vivía en un edificio de esos tipo “chorizo”, con unos pocos departamentos.
-¿Entonces?
-Nada, lo único que detecto es que la mina visitaba a una vecina día por medio, nada más. Entonces le digo al tipo que no había nada, que no insistiera. Entonces se pone como loco y me dice que es imposible, que él sabe que lo engaña la mujer. Me propone seguirla un par de días más. Y ahí descubro que la mujer lo engañaba, ¡pero con la vecina!
-¿La vecina que iba a visitar?
-¡Sí, claro!
-¿Cómo pudiste descubrirlo?
-De casualidad. Como no podía encontrar nada de nada, investigué los mensajes de texto de su celular y ahí aparecían los mensajes. Ni siquiera disimulaba, ponía el nombre de la vecina. Suponete que la vecina se llamaba María, ella le ponía “sos lo más lindo que me pasó, María”. Al principio pensé que me habían dado el listado de mensajes de otro celular, pero lo chequeé y estaba bien. ¡El marido casi se muere!
-Disculpá pero me generaste una duda, ¿cómo hacés para conseguir un listado de SMS?
-Bueno, eso se logra a través de contactos dentro de las empresas de celulares. Por unos pesos conseguís cualquier cosa. Yo tengo contacto en Movistar y Personal, pero aún no consigo a nadie en Claro.
-¿Siempre trabajás con listados de SMS?
-No siempre, porque me los cobran muy caro y en general no sirven como prueba al nivel de una fotografía o un video.
-¿Cómo prueba de qué?
-Es que muchas veces los seguimientos me los piden para conseguir pruebas para expedientes de divorcio.
-¡Ah! ¿Y sirve eso como prueba?
-No sabría decirte, porque no estoy detrás de la parte judicial. No sé cómo se maneja en los tribunales ese material que entrego a mis clientes.
-¿Quién es más infiel, el hombre o la mujer?
-Por lo que yo puedo ver, por mi laburo, el hombre. La mujer a lo mejor se escapa para salir con amigas o ir de compras a escondidas de su marido, y eso es interpretado como que los están engañando, pero nada que ver. Pocas veces descubrí a una mujer siendo infiel, muy pocas.
-¿Y en esos casos cobrás igual el trabajo?
-Y, sí, el laburo se hizo. Yo igualmente entrego fotos y videos para que se vea que hice todos los seguimientos. Pero cobro porque trabajé.
-¿Cuánto cuesta un trabajo de ese tipo?
-Depende de muchos factores, pero calculá unos $200 por día como mínimo. Depende de si me piden dedicación exclusiva y seguimientos permanentes, por ejemplo. No te olvides que yo tengo que estar siguiendo a una persona día y noche, no me deja tiempo para nada más.
-¿Es complicado hacerlo?
-Según. Una vez me pidieron seguir a una chica que vivía en una villa miseria y me costaba porque yo suelo hacer todo en mi auto. En ese caso no podía entrar al lugar, ni siquiera caminando, porque era obvio que no era de ese lugar y me miraban con desconfianza.
-¿Cómo hiciste entonces?
-No hice el trabajo. Le expliqué al cliente que no se podía y le devolví el anticipo que me había dado. Obviamente se enojó, pero yo no puedo poner en riesgo mi propia vida.
-¿Seguiste alguna vez a alguna pareja tuya?
-No, yo soy un tipo confiado. Bah, prefiero no saber si me están engañando (risas).
Christian Sanz