Antes que nada, hay que destacar un gran avance en el discurso de Cristina Kirchner, en varios sentidos. Primero, porque se atrevió a leer las cifras que brindó y no improvisó como gusta hacer normalmente, con los consiguientes pifies que ello le conlleva. Un dato: los números que leyó provienen de las poco confiables estadísticas del Indec.
Segundo, porque el tono utilizado para disertar estuvo lejos de la crispación que suele caracterizar a la mandataria.
Tercero, por el intento conciliador —al menos en su discurso— para con el empresariado y la CGT.
Habló Cristina Kichner sobre el envío al Congreso de una Ley de Tierras, con límite de 1.000 hectáreas para tenencia extranjera, una medida indispensable y positiva, pero extemporánea. Hay que recordar que media docena de empresarios alineados al kirchnerismo se han quedado con tierras patagónicas por migajas hace solo unos años.
Debe criticarse a la disertación de la mandataria que ha aprovechado para hacer política en obvia intención de captar votos de cara a octubre. No faltó la alusión a “él” —por Néstor Kirchner— y a las “cuentas pendientes” del Gobierno. ¿Olvida Cristina que hace ocho años que el kirchnerismo está a cargo del Ejecutivo nacional? ¿Qué se hizo en todos estos años?
No es válido hacer un discurso con cifras engañosas, como cuando aseguró que solo dos millones de argentinos están bajo la línea de pobreza. Tampoco es pertinente que se hable de crecimiento descomunal de la economía cuando parte de esos números se generan gracias a la inflación galopante que genera la emisión de dinero sin respaldo.
No fue una mala diatriba, pero hubiera sido mucho mejor si no se hubiera faltado a la verdad.
Christian Sanz
Twitter: @cesanz1