Frente a lo endeble que aparece la oposición política y la ausencia de otros enemigos de fuste, ¿habrá decidido Cristina Fernández convertir al sindicalismo en un nuevo enemigo a vencer?
La pregunta resuena entre políticos, dirigentes gremiales y empresarios mientras parece que se pone cada vez más tirante la relación Casa Rosada-Hugo Moyano, tal vez la escena más sobresaliente de esa eventual película bélica.
Si hasta el titular de la Unión Industrial, Ignacio de Mendiguren, hizo públicos sus temores ante una eventual ruptura de Moyano y el kirchnerismo.
Faltan horas para la celebración del Día del Camionero y, dicen fuentes gremiales, habrá que estar muy atentos al discurso del líder cegetista en Huracán —donde jura que meterá 80 mil almas— porque puede ser el punto fundacional de un nuevo tipo de relacionamiento entre el Gobierno y Moyano, el dirigente sindical que ha tenido más poder real en los últimos años.
"La cuerda se va a tensar pero no se va a romper", dice convencida una fuente del PJ, viejo conocedor del universo peronista que incluye, claro, a los gremios.
Los salarios
Una interpretación posible en la escalada de tensiones es que Cristina, más allá de que en su momento va a jugar a favor de un cambio en la conducción de la CGT, está llevando ahora hasta el límite la relación con Moyano porque busca imponer un techo de no más del 18 por ciento para la demanda de aumento salarial que se viene en 2012.
Digamos que sería, si la inflación sigue como hasta ahora, una mejora inferior al probable aumento anual de precios. Moyano se sabe más débil que antes, e intuye que eso sellaría un mal final para su mandato en la sede de la calle Azopardo.
La Presidenta juega fuerte. Sus movimientos parecen decididos para esmerilar a Moyano. Tiene algo del manual que alguna vez utilizó su fallecido esposo para edificar su liderazgo: desde un nivel de alta aceptación popular como tiene ella, da buenos frutos enfrentarse a un enemigo debilitado en términos de opinión pública.
No hay que ser un genio de la estadística para saber, más allá de que sea justo o no, que el camionero se ubica entre los dirigentes con peor imagen en la sociedad.
¿O Néstor Kirchner no creció en la ponderación social cuando se enfrentó a la desprestigiada Corte Suprema menemista, a Luis Barrionuevo o al sector del Ejército que tenía aún elementos vinculados a la dictadura? Son batallas ganadas de antemano en las encuestas, una adicción de la clase política.
El sindicalismo
El problema para Cristina podría ser que se extienda en el mundo gremial esa sensación que muchos gremialistas ya definen con una frase fulminante: "Vienen por todos nosotros".
El "nosotros" se refiere a la corporación sindical, fortalecida desde que Kirchner llegó al poder y la ungió como aliada. Encima, estuvo la verba presidencial: "No soy la Presidenta de las corporaciones", dijo CFK en su discurso de asunción, como para alentar esas especulaciones tremendistas del mundo gremial.
Como es una corporación, puede pasar que el gremialismo busque una defensa corporativa. Ya no es secreto que los sectores que antes estaban alejados de Moyano por la cercanía de éste con la Casa Rosada activaron mecanismos de acercamiento al camionero.
El mencionado Barrionuevo, que tendría libreto suficiente para hacer un show de stand up si juntara todas las bromas que hizo en los medios referidas al oficialismo de Moyano, ya no emite ni una vocal crítica sobre él. Y ahora se reúnen a comer en quinchos reservados, aseguran fuentes que conocen el tema, tratando de descifrar si, en efecto, se viene una avanzada K contra ellos.
El titular de las 62 Organizaciones peronistas y líder del sindicato de peones rurales, Gerónimo Venegas, cree ver en el proyecto que impulsa el oficialismo para modificar el estatuto de su sindicato una movida para robarle el gremio.
Venegas jugó siempre con Eduardo Duhalde y se ha convertido en uno de los impulsores de la por ahora lejana unidad de todas las corrientes gremiales, que buscaría justamente abroquelarse frente a los eventuales ataques del oficialismo.
Es más, acaba de decir: "Va a haber enfrentamiento con La Cámpora". No lo piensa él sólo. Es común, en diálogos fuera de micrófono, que dirigentes sindicales identifiquen a los jóvenes que dependen de Máximo Kirchner como una suerte de guardia imperial de Cristina en un escenario de hipotético choque. Reminiscencias del pasado.
La cuestión del orden social no es menor. El kirchnerismo en general ha gobernado con cierto control de la calle que le garantizó, entre otros actores, el propio Moyano.
Los cortes, protestas y huelgas duras siempre fueron episodios de las vertientes de izquierda del sindicalismo, que la CGT no controla. ¿Cristina podría soportar, en medio de un apriete de clavijas general del modelo (suba de tarifas, quita de subsidios, topes salariales bajos, cero devaluación) un regreso de la protesta callejera como elemento cotidiano de convivencia?
Esa es, precisamente, una de las hipótesis que manejan algunos gremios si se torna real el temor al "vienen por nosotros".
Mariano Pérez de Eulate
NA