Pocos lo saben, es casi un secreto a voces, pero en los últimos días las reuniones subrepticias entres peronistas ortodoxos se multiplicaron de manera exponencial. Gobernadores de provincias justicialistas, intendentes del conurbano —especialmente de la zona oeste— y hasta sindicalistas que parecían convidados de piedra desde hace un lustro, empezaron a coincidir en cónclaves de todo tipo.
No es casual que esto suceda ahora: la confluencia se da luego del tremendo mensaje que la sociedad le dejó al kirchnerismo a través de la pasada movilización del 8N.
A todos los une el espanto más que el amor, desde ya, pero están unidos al fin. Se muestran preocupados por la irrupción de La Cámpora y otros movimientos similares en sitiales clave de la estructura del poder, donde se maneja lo más importante a sus intereses: la caja.
En su momento existió una suerte de convivencia entre peronistas y kirchneristas porque la sociedad apoyaba irrestrictamente a Cristina Kirchner, sobre todo durante el lapso que duró el duelo por la muerte de su marido Néstor.
Pero pasó lo inesperado, llegó la excusa que todos esperaban para romper lanzas: la mandataria ya no goza del beneplácito popular.
La postal de lo que viene, se verá el 20 de noviembre próximo cuando el líder de la CGT Azopardo, Hugo Moyano, lleve adelante un paro nacional, presumiblemente junto a la CTA opositora de Pablo Micheli.
Al pasar, el camionero vinculó la movilización que prepara con lo ocurrido el 8N al pedirle a Cristina que “escuche el reclamo de los trabajadores”. En tal sentido, Moyano insistió en mencionar que esta última “ningunea el reclamo” y eso es “lo que más molesta a la gente”, mientras consideró que la mandataria “está en una especie de burbuja que no le permite ver la realidad”.
La fecha elegida por el sindicalista —20 de noviembre— no ha sido casual, se trata del día de la soberanía argentina. ¿Se animará ese día Moyano a marchar hasta la Casa Rosada, como le aseguró a sus más íntimos?
La jugada es riesgosa pero cuenta con el apoyo de los gremios más poderosos de la Argentina. Eso sí, el acompañamiento es implícito, no explícito. Luis Barrionuevo es el principal aliado de Moyano en esta jugada, pero no lo dirá por pedido del propio camionero. La imagen del gastronómico está demasiado desgastada como para exponerse públicamente.
Otra postal de lo que ocurre en estas horas, la ha dado Eduardo Duhalde, quien confió a propios y ajenos que volverá finalmente a la política. “Yo le dí un año a Cristina para ver qué hacía de su gobierno y el lapso ya pasó. Ahora es tiempo de hacer lo que hay que hacer”, aseguró crípticamente el ex presidente “de facto” a un mediático intendente del conurbano esta semana. ¿Qué quiso decir con “hacer lo que hay que hacer”? ¿Volverán de alguna manera los días de 2001?
Los intermitentes contactos entre Duhalde y Moyano no son desconocidos para el kirchnerismo. Por caso, generan enorme escozor a Cristina Kirchner. Para provocar más inquietud, Carlos Zannini suele recordarle a la Presidenta que ese tándem fue el que encendió la mecha del 2001 que terminó con la eyección de Fernando De la Rúa del Poder Ejecutivo.
En esos días, Duhalde decía cosas similares a las que pronuncia hoy por doquier, llegando al extremo de asegurar en junio de 2001 que sería presidente argentino “antes de fin de año”. Lo hizo en Estados Unidos y su frase quedó registrada en los medios de ese país.
El ex mandatario “de facto” hablaba de la misma manera que lo hace ahora, solo que en lugar de denostar a Cristina lo hacía con la figura de De La Rúa. La mandataria lo sabe y mira con cautela lo que pasará el próximo 20 de noviembre. No desconoce que Duhalde es uno de los que maneja desde las sombras esa movilización.
Quienes frecuentan a Cristina dicen que está más preocupada que nunca, no solo por haber perdido el control de “la calle”, un bastión que siempre trató de conservar junto a Néstor Kirchner —al precio que fuera—, sino por las similitudes con el 2001.
Nuevamente vuelve a hablarse de tópicos como el riesgo país y el posible “default” por la deuda argentina; hay incluso un corralito similar al de esos días, solo que ahora es en dólares. Solo faltaban dos condimentos inesperados para poner los pelos de punta a la Presidenta: el reimpulso del golpeteo de las cacerolas y la cercanía del mes de diciembre.
¿Son solo coincidencias o la reiteración de un escenario cíclico? La respuesta, como se dijo, obsesiona en estas horas a Cristina.
Christian Sanz
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