Para puntuales referentes del Frente para la Victoria, Amado Boudou es el nuevo Adolfo Rodríguez Saá. Así como el puntano pergeñó en 2001 una suerte de plan para quedarse en el poder —sobre la base de su fugaz paso por la presidencia—, se teme que el vice en estas horas intente algo similar.
Los propios anticuerpos del peronismo lograron entonces echar por tierra los sueños de Rodríguez Saá y a las 48 horas el nuevo jefe de Estado interino era Eduardo Duhalde. Este a su vez fue garante de la transición que permitió que Néstor Kirchner llegara al poder.
En ese contexto, el intento de Boudou de repetir el plan del puntano, resulta ser toda una paradoja.
No se trata de meras especulaciones: el vicepresidente ha organizado esta semana una agenda que no se corresponde con quien apenas cubre un cargo vacante temporal, sino más bien con la de aquel que busca posicionarse en un cargo de relevancia como el que dejó vacante —de manera temporal— Cristina Kirchner.
Sin embargo, los que más desconfían de Boudou tienen poco y nada de linaje peronista. Se trata de los dos personajes centrales en la toma de decisiones del gobierno: el secretario de Legal y Técnica, Carlos “Chino” Zannini, y el vástago presidencial, Máximo Kirchner. Ambos detestan al vice por diferentes y subjetivos motivos.
Zannini jamás le tuvo confianza —le advirtió a Cristina sobre el peligro de nombrarlo su “segundo” media docena de veces— y Máximo le tiene encono personal, derivado de una serie de grabaciones que la Secretaría de Inteligencia le hizo llegar hace unos años. Allí, Boudou supo hablar deshonrosamente de la jefa de Estado, tildándola de “concheta” y “gorda”.
A partir de entonces, la relación entre el hijo de Cristina y el vicepresidente se tornó insostenible.
No obstante, nada de eso amilanó jamás a Boudou en su ambiciosa carrera por escalar hacia los estratos más altos del poder Ejecutivo.
Máximo lo sabe, y Zannini también. Por ello, han pergeñado dos medidas puntuales para frenar la escalada del vice. Por un lado, harán puntuales filtraciones a medios masivos sobre desaguisados cometidos por este último. En esa tarea, se destacará el trabajo de Francisco Larcher, número dos —en realidad el mandamás— de la ex SIDE.
Por otro lado, en el despacho del federal juez Ariel Lijo reposa el escrito que llama a declaración indagatoria a Boudou en el marco del expediente que lo investiga por enriquecimiento ilícito. El gestor fue el propio hermano del magistrado, “Freddy” Lijo, conocido lobbysta en Comodoro Py y, a la sazón, ex abogado del hoy vicepresidente. Paradojas aparte.
Como sea, la citación judicial de Boudou se hará carne la semana posterior al 27 de octubre y será un verdadero cimbronazo al gobierno de Cristina. ¿Cómo explicar entonces que se haya sostenido durante tanto tiempo a un funcionario de tal calaña? ¿Cómo justificar que se le haya permitido ocupar la primera magistratura del país?
En estas horas, Boudou se prueba el traje de presidente. Lo que nadie le dijo es que ese traje le queda demasiado grande.
Christian Sanz
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