El dato es sintomático: Ricardo Lorenzetti intentó ocultar de toda manera posible sus encuentros con Cristina Kirchner. Comenzaron en diciembre de 2012 en la Quinta de Olivos y tuvo demasiados testigos como para poder lograrlo.
Gracias al testimonio de un secretario del máximo tribunal, este portal pudo revelarlo entonces y, días más tarde, el oficialismo debió admitir que había ocurrido. ¿De qué hablaron la presidenta de la Nación y el titular de la Corte Suprema de Justicia de la Nación? ¿Por qué se quiso mantener la reunión en reserva?
“Según varios informantes, la semana pasada hubo una secretísima reunión entre Cristina y el titular de la Corte, en la cual la mandataria intentó hacer entrar en razones al magistrado respecto de la ‘gravedad institucional’ en la cual ingresaría la Argentina”, dijo este diario en esos días.
Por lo que pudo saber este cronista entonces, Lorenzetti habló de la independencia de sus decisiones y ello habría provocado gran enojo de Cristina. Lo que siguió es harto conocido: la injuriosa aparición del presidente de la Corte en la portada de revista Veintitrés y la presión oficial a través de la AFIP.
Este último dato lo confirmó el mismísimo titular de la entidad recaudadora, Ricardo Echegaray, a principios de julio de este año, justo en el preciso momento en que todas las fuentes coinciden en señalar que empezaron a recrudecer los contactos entre Lorenzetti y el kirchnerismo. Fue también, como se verá más adelante, cuando se iniciaron los tibios “cambios de parecer” de algunos jueces de la Corte.
La situación fue claramente sugestiva: en una conferencia de prensa destinada originalmente a difundir el resultado de la recaudación fiscal, Echegaray atacó al máximo tribunal de manera inesperada: "La Corte no está dando garantías ni de calidad institucional ni de división de poderes”.
Acto seguido, dio detalles a la prensa de los vínculos de Lorenzetti y sus tres hijos con una sociedad local llamada Ratio, la cual había comprado un departamento en Puerto Madero a una firma británica.
Echegaray explicó que Ratio pertenece a "los hijos de Lorenzetti" y dijo que "son varios miembros, que tienen un departamento en Puerto Madero". Aclaró que la investigación es sobre la sociedad, por un cruce informativo entre personas jurídicas locales y extranjeras, y no sobre las personas físicas que la integran, como para despegarse de una persecución. Y remató: "La fiscalizamos porque todos son iguales ante la ley".
Por las dudas, el titular de la AFIP —que ostenta vínculo directo con el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini—negó "terminantemente que las actuaciones respondieran a razones políticas".
A partir de entonces, comenzaron reservadas negociaciones del gobierno con un Lorenzetti menos locuaz y combativo. Revista Noticias lo cuenta en su edición de hoy de esta manera:
En los últimos 90 días, el cristinismo –con Carlos Zannini a la cabeza– remontó las relaciones con los jueces del Máximo Tribunal, cesó la campaña de agravios contra sus integrantes y, finalmente, logró influir indirectamente en el contenido del fallo (por la Ley de Medios). Por ejemplo, en la reunión de acuerdos del martes 15 de octubre, sorpresivamente, el juez Enrique Petracchi comunicó a sus colegas que votaría por la constitucionalidad de la Ley de Medios y que estaba dispuesto a que el fallo de la Corte Suprema se firmara antes de las elecciones del 27-O.
Un virtual “cambio de voto”, según los otros integrantes que valoran sus antecedentes antiintervencionistas. A tal punto, que su colega Juan Carlos Maqueda lo cruzó en seco: dijo que le extrañaba el desconocido sometimiento suyo a las presiones del Gobierno. El debate interno posterior se hizo políticamente encarnizado: es que las interferencias oficialistas empezaban a dar resultado. No está claro qué pasó con el voto de Petracchi. Cristina y el cristinismo quisieron derrocarlo por su edad por exceder el límite de 75 años (el 16 de noviembre cumplirá 78), pero el magistrado logró un fallo judicial a favor en primera instancia que llamativamente el Gobierno no apeló. Elena Highton de Nolasco, vicepresidenta de la Corte, terció a favor de Petracchi: contó que unos días antes, el viernes 4, la habría llamado por teléfono la propia Presidenta de la Nación mientras asistía en Ushuaia a unas jornadas sobre “mediación en las provincias patagónicas”.
Diario Clarín también coincide en los tiempos y el relato de los encuentros:
Tres meses atrás, las paredes de la Residencia Presidencial de Olivos fueron caja de resonancia de los gritos de la jefa de Estado. Los cuatro jueces visitantes observaban expectantes a la anfitriona: “Hacen todo mal ustedes”, soltó con la mirada rotando entre los distintos rostros.
Y los sacudió: “¡No sé para qué los elegí!”. De los cuatro ministros de la Corte Suprema de Justicia, el único que no se sintió aludido por ese sermón fue Eugenio Raúl Zaffaroni. Las otras dos presentes, mujeres, no emitieron palabra en ese momento.
Ricardo Luis Lorenzetti no cabía en su silla de la tensión, quizás similar a la que cuatro meses antes había vivido en la apertura de la Asamblea Legislativa, donde Cristina Fernández de Kirchner había fustigado a la Justicia y la transmisión oficial no dejaba de mostrar el rostro desacomodado del titular del máximo tribunal.
Luego de esa dura reunión en la Quinta Presidencial, se intensificaron los llamados telefónicos entre el titular del tribunal y Carlos Zannini, y los de la Presidenta con Elena Inés Highton de Nolasco, como el que recibió la jueza cuando estaba de viaje en Ushuaia.
Pocas horas después de conocido el fallo sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual —y preocupado por el impacto mediático de la resolución— Lorenzetti tomó su teléfono y comenzó a llamar a responsables de medios y periodistas para pedir micrófono a la mañana siguiente. En esas conversaciones, el juez daba el mensaje, entre alerta y desesperación: “Ojo que esto es largo”.
El presidente de la Corte Suprema tiene un objetivo claro; y lo confiesa, a muy pocos: quiere ser Presidente de la Nación.
Ahora, el bronce buscado por Lorenzetti es la reforma del Código Civil y Comercial, que él redactó junto a Elena Highton de Nolasco. El presidente de la Corte se imagina encaramado en esa foto y como el nuevo Dalmacio Vélez Sarsfield, ese abogado cordobés que escribió en 1869 el actual Código Civil argentino.
Aunque en un principio todos los involucrados negaron los encuentros reservados entre el titular de la Corte y el oficialismo, finamente Lorenzetti sucumbió y admitió ante revista Noticias: “Sí, me reuní con Cristina”.
Hay quienes dirán que no tienen nada de malo los encuentros entre ambos. No obstante, cabe preguntarse por qué entonces se mantuvo todo en el más absoluto secretismo. ¿Es posible que la presidenta se reuniera con el presidente del máximo tribunal solo para jugar a las cartas? ¿Es factible pensar que no hablaran de un tema tan sensible como la Ley de Medios?
Con una anticipación que abruma, el escritor Jorge Asís publicó a principios de octubre un texto que predijo lo ocurrido. Allí, aseguró que “La Doctora” Cristina “aprieta, casi indecorosamente, a cuatro de los siete miembros de la Corte que se dejan apretar”. Y prosigue:
El objetivo es que “le saquen favorablemente La Ley de Medios” (…) La presión cotidiana hacia el doctor Ricardo Luis Lorenzetti, presidente de la Corte, muestra que La Doctora carece, en principio, de un operador judicial de confianza. Los aprietes —suplicantes, altivos y casi desesperados— se agudizaron, según nuestras fuentes, en las últimas dos semanas.
A Lorenzetti lo llama directamente La Doctora. A veces ocurren hasta dos llamados diarios. Con la elaborada tonalidad de “bebota”, La Doctora avanza con el peso institucional de su competencia invasora. A los efectos de insistir para “que se apuren, y saquen la sentencia ya”.
Las eventuales presiones de la presidenta a Lorenzetti y otros miembros de la Corte, no vuelven mejor ni peor a la Ley de Medios que acaba de refrendarse desde la Corte Suprema. Sin embargo, desnudan una práctica que suele identificar a los regímenes totalitarios.
Es algo que debería preocupar a la ciudadanía y que amerita ser condenado a viva voz incluso por aquellos que simpatizan con el kirchnerismo.
Claramente lo dijo alguna vez Albert Camus: “La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas”.
No es poco.
Christian Sanz
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