El intento persistente de Cristina Kirchner por mostrarse híper activa a través de sus voceros contrasta con la real ausencia de su figura en eventos sociales y políticos en las últimas semanas. Nadie sabe por qué la mandataria pasó de golpe y porrazo de un extremo al otro: de saturar con su presencia —incluso en las redes sociales— a mostrarse virtualmente invisible.
La jefa de Estado pareciera entender que esa actitud conspira contra su propia gestión e intenta mostrarse como la dueña de las decisiones que se toman en el seño del gobierno. Así lo hace trascender a través de voceros como Oscar Parrilli, Jorge Capitanich y Alfredo Scoccimarro.
Por caso, ayer viernes Cristina hizo trascender que se reunió con el jefe de Gabinete de Ministros y el titular de Seguridad de la Nación, Sergio Berni. Fue en momentos en los que tomó una de las más polémicas decisiones de su mandato: transferir el control y lucha del narcotráfico al área de Seguridad.
Independientemente de esto último, sorprendió que no existan fotografías del encuentro oficial entre la presidenta y sus ministros. Es lo mismo que ocurre desde hace semanas y que llamó la atención incluso de la prestigiosa cadena británica BBC.
Muchos se preguntan entonces: si Cristina está al mando del barco, ¿por qué no hay fotos de su labor como capitana? Peor aún: ¿Por qué no existen detalles de los encuentros con sus funcionarios?
Ayer mismo, la mandataria se habría reunido con Débora Giorgi, Diego Bossio, Ricardo Echegaray, Axel Kicillof, Juan Carlos Fábrega, Capitanich y Berni, entre otros funcionarios. No obstante, no se sabe de qué habló con ellos ni cuál fue la tónica de esas reuniones. ¿Realmente se juntó con ellos o se trató de una pueril exageración para mostrarla activa?
Como sea, Cristina pasó del detalle constante al misterio total de sus actividades.
Qué ocurre con la presidenta es un total misterio. Se sabe que esta semana se descompensó cuando fue a visitar a su madre Ofelia Wilhem al sanatorio Otamendi. El dato fue confirmado a este medio por fuentes de ese nosocomio, las cuales revelaron que estuvo alojada en la habitación 410 y permaneció allí una extensas 9 horas.
También trascendió que la suspensión de la cumbre del Mercosur que debía comenzar el 31 de este mes, fue por pedido de Cristina, quien no se siente aún preparada para aparecer en público. Para justificar esta nueva cancelación, los cancilleres adujeron “cuestiones de agenda”. Eso sí, no dieron mayores explicaciones.
Basado en supuestas fuentes oficiales, diario Perfil asegura que la jefa de Estado está cansada, que quedó muy asustada luego de la operación de octubre, cuando le drenaron un hematoma craneal, y que prefiere evitar las situaciones de estrés estando más distante que lo normal de las funciones cotidianas.
Sea como fuere, la ausencia de Cristina deja un peligroso vacío de poder, que no saben llenar sus funcionarios, todos peleados entre sí. La postal de esa falta de coordinación puede observarse en las contradicciones en las que incurren a la hora de tener que comunicar meras acciones de gobierno.
Mientras tanto, todos esperan a ver qué ocurrirá el 1º de marzo, cuando la presidenta deba inaugurar las sesiones ordinarias en el Congreso Nacional. Hay quienes anticipan que delegará esa función en algún funcionario de confianza; otros juran que la propia Cristina hablará frente a los legisladores vernáculos.
Poco importa ello, aún falta mucho para marzo y la Argentina debe resolver antes cuestiones fundamentales como la escalada del dólar, la inflación, la inseguridad y muchos otros. Ello en un año donde los referentes de la oposición empiezan a mover sus fichas de cara a 2015.
Un escenario que muestra completa desorientación, pero más aún incertidumbre creciente. En ese contexto, Cristina debería mirar qué hace la oposición a su alrededor y recordar el célebre dogma de Ralph Waldo Emerson: “Todo poder humano se forma con paciencia y de tiempo”.
Christian Sanz
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