En las causas de corrupción en las que aparecen involucrados altos funcionarios del gobierno kirchnerista suelen aparecer extraños nombres que se repiten una y otra vez. A las escondidas, los prestanombres ofrecieron sus servicios en la obra pública, en la compra al por mayor de efedrina y en la confección de incontables sociedades anónimas que proliferaron durante la “década ganada”.
Los personajes desconocidos entran y salen de sociedades comerciales. Prestan sus nombres por unos pocos pesos para que sus empleadores no queden “pegados” en sociedades anónimas de dudosa legalidad. En septiembre del 2008, el extinto diario Crítica publicó una noticia que mencionaba a un importador proveedor de efedrina. Un mes atrás habían asesinado a los jóvenes Sebastián Forza, Leopoldo Bina y Damián Ferrón en General Rodríguez. En realidad, los cadáveres aparecieron en esa localidad pero se supone que fueron asesinados en el partido de Quilmes. Casualmente, el misterioso importador de efedrina era un quilmeño, Guillermo Raúl Ascona quien trajo al país 1.900 kilos del precursor químico. Lo hizo durante el 2007.
El protagonista de esta historia no tenía título secundario, vivía en un olvidado barrio de Ezpeleta. Ante las autoridades de la Sedronar reconoció que lo habían contactado para trabajar en nombre de otra persona. El “testa” estuvo detenido dos años por “desvío ilegítimo de efedrina” proveniente de la India. Nunca dijo a través de quién había llegado a manejar la efedrina. Mucho menos, la inmensa cantidad de dinero que, según los papeles, pasó por sus manos.
Ascona había obtenido el certificado de inscripción en el Registro Nacional de Precursores Químicos en la época en que el área dependía de Aníbal Fernández. Eran tiempos de la mafia de los medicamentos, investigación periodística que realizó con valentía Emilia Delfino de Perfil, cuestión que posiblemente olvidó el funcionario, Alex Freyre, a la hora de vaticinar el fin de la salud en la Argentina si el kirchnerismo abandonase el poder.
El dato que nadie tuvo en cuenta y que revelé en mi último libro es que el misterioso Ascona también formó parte de varias sociedades anónimas. Una de ellas era Global Trading and Finance, cuyo objetivo comercial era la compraventa y locación de inmuebles. Además de testaferro, Ascona era un polirrubro. Pero, el quilmeño no se quedó allí. El 4 de mayo del 2006, según el boletín oficial, formó M.F.P.A. junto con Eduardo Raúl Koval con dirección en Santiago del Estero al 200 en Capital Federal. Su objetivo comercial eran los servicios de salud. Como si hubiesen calcado el acta constitutiva de Meldorek S.A. —creada en mayo del 2003 por dos jubiladas que firmaron 100 sociedades anónimas en un año con la escribana Marta Cascales, mujer del ex todopoderoso Guillermo Moreno— Ascona y Koval invirtieron 12 mil pesitos. Pronto multiplicaron las ganancias como si fuesen peces y panes. Pero no se trató de un milagro de Jesús.
Koval no es un apellido común. Otro Koval, Fernando Luis, es un contador con muchísimo trabajo. El 26 de febrero del 2010 certificó la compra del 90% de la empresa Meldorek a Sergio Schoklender. Su nombre apareció nuevamente en la empresa Tersina Financial junto con Berta Acoca de Patton. La panameña era directora de SGI Argentina S.A., en su sucursal panameña, como descubrió el periodista Andrés Ballesteros quien investigó, antes que los buitres, la ruta del dinero K internacional. SGI funcionaba en la famosa Rosadita, en Puerto Madero, cuyo gestor era Federico Elaskar y manejaba fondos, entre otros, de Lázaro Báez, sus hijos y su empresa insignia Austral Construcciones. Patton nació el 13 de octubre de 1955, reside en Costa del Este. Koval siguió su camino y formó parte, brevemente, de Madeka S.A. y también de KP Developers y Navsol Meat. En el 2012, autorizó a Trascopier S.A. a aumentar su patrimonio de 100 mil pesos a 5 millones y en marzo del 2013, hizo lo propio con Aller Atucha S.R.L., de $2.200.000 a $3.224.000. ¿Qué negocios en la Argentina inflacionaria actual genera tales tasas de ganancias? Mientras tanto, Ascona se asociaba con otro Koval, Eduardo Raúl que no figura en registro alguno.
Pablo Schoklender en mi libro “El negocio de la impunidad. La Herencia K”, me aseguró que “son las financieras las que se ocupan de todo, del lavado, el planchado y el secado de la plata”. ¿Cómo y quién asoció a los prestanombres del tráfico de la efedrina, la obra pública, la ruta del dinero K y Meldorek? La respuesta está en las cuevas. Las que el gobierno dice "perseguir" pero que sigue protegiendo, más allá del dólar Blue, Black and White (RUS).