Antes que nada, una aclaración pertinente —o impertinente, si se quiere—: los servicios de Inteligencia no sirven para nada, solo para espiar a personas inocentes a pedido de los poderes de turno.
Yo mismo denuncié a la exSIDE en media docena de oportunidades, la última vez por intentar hackear mis cuentas de correo e intervenir mis conversaciones en el contexto de mi investigación por el triple crimen de General Rodríguez, allá por el año 2008/2009.
Esto viene a colación de lo ocurrido en las últimas horas, luego de la conmoción generada por las legisladoras Patricia Bullrich y Laura Alonso al revelar un listado de presuntos espiados por la torpe inteligencia vernácula.
Según la presentación judicial que ambas realizaron ante la Justicia, la nómina habría sido entregada a ellas por un agente de la exSIDE.
"La persona que se contactó me refirió que el listado daba cuenta que se estuvieron y se están realizando una interceptación de líneas telefónicas y almacenamiento de datos provenientes de Whatsapp, mails, mensajes de texto, en los teléfonos celulares y computadoras", explicó Alonso en su denuncia.
Y he aquí el primer interrogante: ¿Qué tipo de chequeo hicieron Bullrich y Alonso para saber que la nómina es real y fiable? Peor aún… ¿hicieron algún tipo de verificación?
A primera vista, todo indica que no. Así como recibieron el listado, las legisladoras lo acercaron a la Justicia.
Y ahí deviene la segunda pregunta: ¿Es creíble lo que allí se detalla? Cuando se mira a primera vista, se descubre que el listado tiene severos errores, como confundir el apellido de Ernesto Tenembaum por “Tenembaun” o confundir al portal Seprin con “Seprim”. Ni hablar del cambio del apellido de Wiñazki en “Wiñaski”.
Luego, es inentendible que a alguien le interese espiar a Ernesto Sanz o Adolfo Rodríguez Saá, personajes totalmente intrascendentes para el kirchnerismo.
Tampoco se entiende que se espíe a Luis Ventura o Jorge Rial, ambos a sueldo justamente del espionaje local.
¿Y cómo explicar que el exSIDE Darío Richarte, con contactos de alto nivel dentro de la propia secretaría de Inteligencia, no supiera que aparece en el listado de marras?
Ello sin mencionar que muchos de los números de DNI que aparecen vinculados a los supuestamente espiados son incorrectos.
Pero hay más aún: ¿Cómo se entiende que se espíe a periodistas y políticos casi intrascendentes —no todos— y no hagan lo propio con sagaces hombres de prensa de diarios de la talla de La Nación o Perfil?
¿Es lógico que persigan al irrelevante Santo Biasatti y no al feroz Mariano Obarrio? ¿Qué sentido tiene espiar al degradado Mariano Grondona y no hacer lo mismo con Pablo Sirven?
Ciertamente, es suspicaz la aparición de semejante nómina a pocos días de las elecciones. Y lo peor es que los medios la hayan tomado como cierta a pesar de los gruesos errores que ostenta, algunos de ellos aquí referenciados.
No existe un solo dato objetivo que pueda dar crédito a la lista ad hoc, la cual, dicho sea de paso, no contiene ningún tópico que no pueda obtenerse por Internet. ¿Quién no podría confeccionar un listado igual o mejor?
"La forma en que está confeccionada la lista no se presenta de esa forma normalmente", dijo a un medio mendocino el periodista Claudio Savoia, especialista en temas de espionaje y autor del libro "Espiados".
Como sea, a esta altura está claro que se equivocó Oscar Wilde cuando sostuvo que “el hombre puede creer en lo imposible, pero no creerá nunca en lo improbable”.