En sus 12 años de gobierno el kirchnerismo logró imprimirle al ejercicio del Poder un sello propio —indeleble y controvertido— que llegará indefectiblemente a su fin el 10 de diciembre próximo, con la asunción del próximo mandatario en lugar de Cristina Kirchner.
Admirada y detestada en proporciones prácticamente idénticas, la impronta que mostró primero Néstor Kirchner y luego su esposa en la Jefatura de Estado de la Nación habrá cumplido un ciclo en la Casa Rosada con el traspaso de la banda presidencial, sea quien fuera el ganador del balotaje de mañana, Daniel Scioli o Mauricio Macri.
El cambio de inquilino en Balcarce 50 traerá aparejado una mudanza también de formas y estilos, desde la Gobernación de la provincia de Buenos Aires o la sede comunal porteña, dando así por terminada esa manera tan particular de hacer política que caracterizó al kirchnerismo.
Capaces de seducir a miles de jóvenes militantes de regreso a la política con la misma energía que utilizaron para confrontar y adentrarse en cuanto terreno de batallas que estuviera a su alcance, Néstor y Cristina marcaron una época que probablemente será objeto de estudio durante largos años por intelectuales y politólogos, pero que no encontrará solución de continuidad con la salida de la familia presidencial del Poder.
Porque si bien Scioli está acompañado por un ultra-K como Carlos Zannini en la fórmula del Frente para la Victoria (FpV), en el caso de alzarse con el triunfo este domingo irremediablemente el actual gobernador bonaerense tendrá que desmarcarse del kirchnerismo, sobre todo de su núcleo duro, si pretende ir en busca de una renovación de mandato dentro de cuatro años.
Es cierto que el propio perfil de Scioli difiere a todas luces de las formas kirchneristas —al menos hasta los últimos días, cuando endureció su discurso—, al mostrarse como un hombre de consenso, poco apegado a ese estilo de vida casi de disenso permanente que supo forjar el gobierno saliente.
Estas improntas bien diferenciadas quedaron incluso más expuestas con la postura que exhibió el propio Scioli en la campaña electoral, al presentarse como el candidato del "cambio seguro", mientras que Zannini en cada acto batía —a su lado— el parche de la "continuidad del proyecto".
Pero más allá del contrapunto de estilos en sí mismo, políticamente a Scioli no le quedaría otra opción que romper con sus mentores en el caso de que gane la Presidencia y que la militancia kirchnerista lo vea como una mandatario de transición y trabaje más para forzar el regreso de Cristina al Poder dentro de cuatro años que para promover su reelección.
De cualquier manera, resultará sumamente interesante observar el desempeño de los bloques de legisladores del FpV en el Congreso y sobre todo lo que pueda suceder con los representantes de La Cámpora —una treintena—, encabezados nada más ni nada menos que por Máximo Kirchner en el Parlamento nacional a partir del 10 de diciembre.
Ese día, si el vencedor del balotaje es Macri, lógicamente, el réquiem del kirchnerismo que abandona el Poder retumbará con mayor vigorosidad en los organismos públicos de la Nación, dada la renovación total de personal que se prevé realizará el líder frente Cambiemos en los puestos jerárquicos.
Cambiarán las formas y también los ejecutores, abriendo paso a una renovación integral que probablemente sea vista con buenos ojos incluso por el llamado peronismo disidente.
¿Por qué? Más allá de los cargos que quedarían vacantes en la administración nacional con un eventual triunfo de Macri —como ocurre en la provincia de Buenos Aires tras la victoria de María Eugenia Vidal—, los que tranquilamente podrían ser capturados por algún que otro dirigente del PJ de línea intermedia o más alto rango, el fin de ciclo del kirchnerismo también alimenta el fuego interno de jóvenes referentes del justicialismo.
Ellos vislumbran que con Cristina de regreso en el llano, por primera vez en tres décadas, y debiendo asumir inexorablemente la responsabilidad por la derrota —si llegara a ganar Macri—, tendrían el camino allanado para encabezar una especie de refundación del peronismo, buscando erigirse como los jefes de la oposición y enfocando su mira en 2019.
En esa nómina, se destacan dos figuras preponderantes: una más cercana actualmente al gobierno nacional como el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, y otra ubicada definitivamente en la vereda opuesta como el diputado y excandidato presidencial Sergio Massa, cuyos votantes serán los encargadas de inclinar la balanza en favor de Scioli o de Macri este domingo cuando los argentinos voten en un histórico balotaje.