Julio De Vido vive los peores días de su vida. Luego de haber sido desaforado por la Cámara de Diputados, debió entregarse a la justicia y quedó detenido.
Ello a pedido de los jueces Luis Rodríguez y Claudio Bonadio, por las causas donde se investiga malversación de fondos en la administración de la mina de Río Turbio, y de sobreprecios por casi 7.000 millones de dólares en la compra de gas licuado.
Con De Vido preso nacen nuevos interrogantes: ¿Prenderá el ventilador o decidirá mantener el código de omertá del kirchnerismo?
La duda no es antojadiza: baste recordar que Cristina Kirchner dijo hace pocos días que no ponía las manos en el fuego por su exministro de Planificación. Lo mismo ocurrió con los diputados del Frente para la Victoria, que decidieron ausentarse mientras se cocinaba su desafuero. ¿Cómo no sentir que lo han arrojado a su suerte?
Si De Vido decidiera hablar, ¿hasta dónde salpicaría con sus imputaciones? ¿O acaso alguien cree que el otrora ministro recaudaba para sí mismo los miles de millones que desvió durante el reinado del kirchnerismo?
En tal contexto, el exfuncionario se debate entre hablar o no hablar. ¿Pedirá ingresar al programa de protección de testigos, como hizo el valijero Leonardo Fariña u optará por imitar a Lázaro Báez, que aun persiste en su mutismo?
Su abogado, Maximiliano Rusconi le aconseja esto último, que calle, al menos por ahora. Y que negocie impunidad al mismo tiempo. Si es preciso, le recomienda que mande algún “metamensaje” al poder que lo abandonó.
No casualmente, Rusconi representa también a Báez, que optó por la misma estrategia. Dicho sea de paso, el empresario no tuvo demasiada suerte.
Por caso, este miércoles la Sala II de la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal, integrada por los jueces Martín Irurzun y Eduardo Farah, confirmó su procesamiento y el de sus hijos Martín, Leandro, Luciana y Melina Báez.
Entretanto, Cristina tiene su cabeza lejos de lo que le ocurre a De Vido. Su preocupación gravita en la figura de Claudio Bonadío, quien la citó a indagatoria por supuesta traición a la patria en el marco de la denuncia que le hizo Alberto Nisman por encubrimiento al atentado a la AMIA.
La expresidenta está segura de que terminará tras las rejas, seguramente no será en el corto plazo, pero el momento llegará, más temprano que tarde. Ello explica, en parte, su necesidad de buscar una banca como senadora. Cree que los fueros la salvarán.
En realidad, es lo que creía hasta hoy, ya que el caso De Vido ha hecho estallar sus pretensiones. No obstante, sus fueros no estarán vigentes sino hasta diciembre, cuando asuma la banca que ganó el domingo pasado.
En tal marco, su futuro es brumoso, con una acumulación de factores que la ponen en el peor lugar. Entre la rotunda victoria de Cambiemos, su propia derrota, la detención de De Vido y el desaire de sus propios ex aliados, está claro que los planetas no se pudieron alinear peor.
A ello debe agregarse el temor que ostenta ante la denuncia que le iniciara Nisman antes de morir en circunstancias aun no esclarecidas. "Es la más grave que seguramente tendré en toda mi vida", le dijo a su ex valet Oscar Parrilli por teléfono el 16 de julio de 2016.
Lo único que podría agravar sus preocupaciones es el eventual quiebre del exministro de Planificación. Como puede verse, no hay que descartarlo, al menos por ahora.