El sainete español que desembarcó en Argentina, asoció a otras formas de representación artísticas ligadas al circo. Como resultado, nació el sainete criollo. También, el aporte de otras modalidades del submundo marginal, lo transformó en el grotesco: lo ridículo, chabacano, vulgar, absurdo, grosero, hacen al conflicto y resolución de la obra literaria. Así, el grotesco, es lo que determina el mal gusto en la expresión popular que divierte al soberano. La estética del sainete circense y grotesco, es toda una definición a la hora de extrapolar situaciones vergonzosas a la vida real. Fuera del espacio escénico, lejos del hecho creativo, hay artistas cuyas palabras son refutadas por sus actos. Viven del grotesco y sus expresiones se enmarcan dentro del “Conventillo” de la obra de Alberto Vacarezza. Son las contradicciones de los llamados artistas “militantes”. Hoy, nos referimos al pensamiento y la praxis del señor Rubén Enrique “Dady” Brieva, un reconocido actor propagandista de ese género. Su discurso es insostenible y cuando se lo interpela recurre al “viejo truco” de victimizarse como toda semiología antisistema.
El integrante del grupo cómico Midachi devenido en actor, nos tiene acostumbrados a su prosa grotesca más que a frases aisladas y desafortunadas. Es el pensamiento de un ciudadano y su psicopatología manifiesta: mezcla el arte a una manifestación política partidaria, como verdad universal y principio de iniciación histórica. Ahora, en un programa de televisión de aire (“Podemos Hablar”, Canal 11 / Telefé), señaló con respecto a la actualidad política de la administración del Presidente Mauricio Macri: “Quiero que se queden hasta el final. Que a todo el mundo le vaya mal, para que no los vuelvan a votar nunca más”. Ante su verba nihilista y apologética K, ni si quiera se hizo cargo su actual pareja, la bailarina Mariela “Chipi” Anchipi, que sólo atinó a decir: “Yo les doy el teléfono y hablen con él”.
Al humorista de dicción esquiva que juega de defensor de pobres y ausentes mientras pasa sus vacaciones en Miami (EE.UU.), vive en un lujoso departamento en la torre de Chateau de Puerto Madero, y manda a sus hijos a un colegio inglés que celebran el Día de la Reina y cantan: God Save the Queen – forma extraña de vivir su mentada ideología nacional y popular, de inmediato fue confrontado por un rosario de respuestas que lo vapulearon. Entre todas rescato la del actor internacional Ricardo Darín: “En un momento me preguntaron si yo estaba dispuesto a darle más tiempo a Macri, ¡Obvio! ¿Cómo no voy a estar dispuesto? Quiero que les vaya bien a todos; yo abono a desarmar la grieta”.
Para concluir, la mejor manera de neutralizar el grotesco criollo de los artistas “militantes” K y sus aliados, es con ilustración y democracia republicana. El Hilo de Ariadna del posmodernismo político, se funda en la dialéctica maniquea: nunca asumir sus fracasos, jamás autocrítica, y el culpable de todas sus desgracias y las del “pueblo”, son los otros (los entes imaginarios que se crean para construir la épica y su mito). El señor Dady Brieva, como muestra de esa degradación política y moral, a que juega esa contradicción llamada izquierda posmoderna.
Dady Brieva. Cuando la psicopatología política es espejo de sus propias limitaciones intelectuales: “Quiero que se queden hasta el final. Que a todo el mundo le vaya mal, para que no los vuelvan a votar nunca más”.
Gustavo Contarelli