A solo cuatro años de que la mitad más uno del electorado estableciera en las urnas un punto final (en ese momento) para la gestión kirchnerista en el Poder, es ahora el macrismo el que muerde el polvo y fracasa con su manera de gobernar.
En las elecciones presidenciales de este domingo se pusieron en juego dos modelos antagónicos, dos formas de hacer política, como ocurrió en definitiva en 2015.
Por un lado, el liberalismo de Juntos por el Cambio sometió a escrutinio su labor en la Casa Rosada y por el otro, un proyecto más de perfil nacional y popular, el del Frente de Todos (FdT), que promete reeditar en la Argentina la era que culminó con la asunción de Mauricio Macri.
La polarización se constituyó así en una de las características primordiales de estos comicios, en los que Alberto Fernández, con la ex mandataria Cristina Fernández de Kirchner como compañera de fórmula, se impuso en las urnas para que el peronismo -ahora unido- vuelva a tomar el control del país a partir del 10 de diciembre venidero.
Si bien el justicialismo se mostró capaz de aprender de sus errores, limó asperezas internas, zanjó diferencias que parecían viscerales un par de años atrás y se encolumnó por detrás de la figura de Cristina para convertirse en un torbellino político que arrasó con el oficialismo, el fracaso del Gobierno de Macri también explica la victoria del FdT en primera vuelta.
Así como el kirchnerismo terminó generando hartazgo en la sociedad hace cuatro años y posibilitó el crecimiento del líder del PRO como alternativa electoral, como una suerte de vía de escape en aquel momento, cuatro años más tarde prácticamente lo mismo ocurrió con el macrismo en el Poder.
Cambiemos (en ese entonces) dilapidó de manera insólita el sorprendente capital político que había logrado acumular hasta hace apenas dos años, cuando apabulló al peronismo -dividido- en las elecciones de medio término de 2017 y triunfó en los cinco principales distritos del país.
Desde entonces, el Gobierno, enceguecido con su manera de hacer política, se empeñó en dinamitar sus propias posibilidades de revalidar mandato, insistiendo con políticas que deterioraban la calidad de vida de la sociedad, mientras el "gurú" ecuatoriano Jaime Durán Barba insistía en que "a la hora de votar, el miedo" a un eventual regreso del kirchnerismo iba a pesar más que "la decepción" provocada por la gestión macrista.
Pues bien, sucedió todo lo contrario; el desencanto claramente influyó más, pese a que Juntos por el Cambio culmina su contrato de locación en la Casa Rosada con un interesante caudal de votos, pensando en su futuro rol opositor como primera minoría después del traspaso del mando.
El futuro de Macri
En este sentido, las marchas del "Sí, se puede", y en especial la movilización del 19 de octubre pasado aquí en la ciudad de Buenos Aires, permitieron a Macri forjar un perfil de líder dentro de un sector de la sociedad; un líder con seguidores propios, es decir, una instancia superadora a la del dirigente político cuya virtud más distintiva era la de atraer -y retener a la hora de votar- a militantes anti-peronistas.
Es más, el jefe de Estado, acompañado en la fórmula por el senador justicialista Miguel Pichetto, mejoró considerablemente su desempeño hoy con relación a las PASO, en las que terminó casi 16 puntos por debajo del binomio del FdT.
Queda por verse si se las ingeniará para conservar ese respaldo del orden del 40 por ciento.
De cualquier modo, este domingo el 60% de la población le bajó el pulgar a Macri y a sus políticas de ajuste, para ungir por mayoría a un nuevo Gobierno: incluso aquellos que hace no mucho tiempo cuestionaban con dureza a Fernández por sus ácidas críticas a Cristina votaron este domingo por el ex jefe de Gabinete y terminaron la jornada celebrando el triunfo.
Una victoria que genera, como sucedió cuatro años atrás, una renovada esperanza de cambio, más allá de que ni Fernández ni el propio Macri durante la campaña electoral hayan brindado demasiadas precisiones sobre sus planes concretos para sacar al país de la crisis.
¿Qué medidas tomará Fernández, con Cristina como vicepresidenta de la Nación, para reactivar la economía, la producción fabril o el consumo; para contrarrestar la inflación, fomentar la creación de empleo genuino y/o robustecer el poder adquisitivo de la gente, entre otros asuntos que demandan una atención urgente? Todo eso, y mucho más, también está por verse.
Lo cierto es que el peronismo unido logró aglutinar el voto de los desencantados y no solo recuperó la Nación sino también la provincia de Buenos Aires, donde el ex ministro de Economía Axel Kicillof -el mismo que justificaba dejar de medir pobreza en la Argentina porque "estigmatizaba"- desbancó a María Eugenia Vidal por más del 50% de los votos.
Quien salvó la ropa dentro de Juntos por el Cambio y con creces fue el jefe de Gobierno porteño, Horario Rodríguez Larreta, que apabulló a Matías Lammens (FdT) y obtuvo una victoria histórica en la Ciudad, ya que por primera vez no habrá segunda vuelta (desde 2003). Así, se perfila como un claro lucero dentro del "post- macrismo" que se avecina. Emiliano Rodríguez