Quienes salen por doquier a hablar de Alberto Nisman tildándolo como un héroe, desconocen el trabajo que ha hecho en torno a la causa por el atentado a la AMIA.
He discutido incontable cantidad de veces con personas que insisten en decir que el malogrado fiscal ha sido una pieza fundamental para que avance ese expediente. Algunos de ellos son colegas de grandes medios.
Sin embargo, cuando les pregunto qué hizo puntualmente Nisman para esclarecer lo ocurrido en la mutual judía, empiezan con evasivas y respuestas genéricas. Nada concreto.
Porque, hay que decirlo, no hay nada de nada cuando se rasca la superficie. Solo un parate que duró una década y que solo conspiró para que la verdad no se dejara ver.
No se trata de algo valorativo, sino descriptivo. Lo que hizo Nisman en la causa AMIA fue desastroso objetivamente hablando.
Quien lo dude, solo debe volver a leer los cables de Wikeleaks, aquellos en los que quedó al descubierto cómo el otrora fiscal recibía órdenes directamente de la Embajada de Estados Unidos. En uno de ellos llega a pedir perdón a los diplomáticos por haber osado intentar meterse con la “pista siria”.
En lo personal, solo lo vi en dos oportunidades, en el marco de la redacción de mi libro “AMIA, la gran mentira oficial”. He contado en mil oportunidades los detalles de esas conversaciones y apasionados cruces discursivos.
Nisman estaba furioso porque, junto a mi amigo y colega Fernando Paolella —coautor del mencionado libro—, insistíamos a tirar abajo la “pista iraní”. Aún nuestra obra no veía la luz —lo haría en 2007— pero ya habíamos escrito varias docenas de notas periodísticas.
Una de ellas, la que más enojaba a Nisman, era un desafío personal hacia su persona. “Le pagamos lo que usted quiera si nos muestra una sola prueba contra iraní alguno”, le decíamos. Y el fiscal enfurecía.
Luego le envié un fax a su oficina, recordándole el mismo desafío. Y Nisman volvió a enojarse.
Porque sabía que le “pista iraní” era una farsa, pergeñada por los servicios de Inteligencia de Estados Unidos e Israel, con la connivencia de la exSIDE, Antonio Stiuso mediante.
Me lo dijo el director de Cultura de la AMIA, Moshé Korín, y está publicado en mi libro sobre Nisman: “Sabemos que fueron los sirios, pero Irán es nuestro enemigo natural”. Todo dicho.
Ello lleva a preguntarse: ¿Por qué Nisman insistía con desviar la verdad? ¿Qué lo llevó a sostener una mentira durante tantos años y paralizar la causa judicial más importante de la Argentina?
No hay respuestas más que la especulación. Es aquello que surge de las millonarias cuentas “off shore” que el fiscal tenía fuera del país y que jamás había declarado.
¿Dinero a cambio de complicidad? Seguramente.
Mucho se develará el día que Estados Unidos revele qué contenían los correos electrónicos de la casilla de Yahoo de Nisman. Por ahora, el gran país del norte solo juega a mirar para otro lado, aún cuando la justicia argentina se lo ha requerido en más de una oportunidad (Continuará).