De repente, apareció un oportuno disco rígido con información que complicaría al macrismo en cuestiones de espionaje vernáculo. Nada para espantarse: Mauricio Macri ya estuvo complicado por ese ingrato tópico.
A su vez, la Argentina no es pródiga en Inteligencia de cabotaje. Todos los presidentes desde el menemismo a la fecha se han valido de ese sistema ilegal, que ha servido para torcer voluntades, renunciar a jueces y fiscales, y aleccionar a periodistas críticos.
En este caso, aparece otra cuestión, acaso exasperante: ¿Por qué recién después de seis meses aparece esta solitaria computadora con datos presuntamente comprometedores?
A aquel interrogante se suman algunos otros, acaso más inquietantes:
-¿Por qué el macrismo habría decidido espiar a dirigentes de su propio partido que ni siquiera eran relevantes?
-¿A qué se debe que decidieran hackear los mails de referentes que ni siquiera han sido críticos de la gestión de Macri?
-¿A quién se le ocurrió hacer espionaje a periodistas de raigambre macrista como Luis Majul y no hacer lo propio con colegas que sí eran críticos del otrora gobierno, como Roberto Navarro, Gustavo Sylvestre u otros?
-¿No será la excusa perfecta para hurgar y dar a conocer los mails de ese cronista, en venganza a las escuchas que este último reveló en 2017, de conversaciones entre Cristina Kirchner y Oscar Parrilli?
-¿Por qué estas red de espionaje no espió a Cristina o sus hijos y prefirió poner el foco en Ernesto Sanz y Laura Alonso, híper alineados al macrismo?
-¿No es absurdo pensar que el anterior gobierno decidiera acechar a personajes tan irrelevantes como el exministro de Trabajo —ya alejado de sus funciones— Carlos Tomada o la ministra de Educación de Tucumán, Silvia Rojkés?
-¿No suena demasiado oportuno que aparezca esta denuncia justo cuando la economía se derrumba y los cuestionamientos por la cuarentena hacia el gobierno nacional recrudecen?
-¿No es curioso que explote este escándalo horas antes de que estallara otro similar, también relacionado al espionaje vernáculo, a raíz del “quiebre” de un narco que trabajó a los servicios de la AFI y cuyo testimonio complica al kirchnerismo y al macrismo por igual?
-¿Nadie se ha percatado de que el agente complicado por este último tópico, Alan Ruíz, supo reportar tanto a Silvia Majdalani como a Francisco Larcher, mandamases de la exSIDE en tiempos kirchneristas y macristas?
-¿No es raro que todo se revelara a raíz de un supuesto atentado a un referente radical —José Luis Vila— al que le dejaron una bomba en un domicilio en el que no vivía y que en ese momento estaba en Rusia?
-¿Tan tontos son los espías argentinos? ¿No suena demasiado trucho todo?