Aunque aún es prematuro sacar conclusiones, la(s) causa(s) de espionaje ilegal que involucran al macrismo son un verdadero escándalo. Solo en la última semana, se conocieron tres denuncias diferentes al respecto, todas vinculadas al mundo de la inteligencia vernácula y al otrora presidente de la Nación.
La última de ellas promete ser la más polémica de todas, porque aparecen allí cerca de 400 periodistas afectados por esa putrefacta metodología.
Todavía no se conocen demasiados detalles sobre la presentación judicial que hizo la propia titular de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Cristina Caamaño, pero lo poco que se ha dado a conocer ya es suficiente como para anticipar que habrá más revelaciones incómodas para el macrismo.
Al kirchnerismo le viene como anillo al dedo, porque ayuda a que no se hable de la desvencijada economía local y de aquello que la produce: la feroz cuarentena producto del coronavirus. En lugar de ello, la agenda de los medios empieza a ser copada por las desventuras del espionaje M.
Como toda revelación K, en la trama revelada hay grandes dosis de ficción y exageración, aunque el fondo de la cuestión es bien real.
El culebrón quedará bien expuesto mañana domingo, gracias a la inefable pluma de Horacio Verbitsky en su blog “El cohete a la Luna”. Allí, se terminará de coronar la operación K, con pelos y señales.
Por su parte, el macrismo ha optado por el siempre inconducente silencio, transformando en certezas las sospechas latentes. Porque, ¿quién callaría ante una acusación semejante?
A su vez, Macri ostenta los peores antecedentes respecto del espionaje ilegal: los casos de Sergio Burstein e incluso el de su propio cuñado —hoy fallecido—, el parapsicólogo Néstor Leonardo, no lo dejan bien parado. Digan lo que digan, el expresidente siempre será culpable.
Es curioso, porque los que hacen las denuncias son los mismos que llevaron al espionaje ilegal a niveles hiperbólicos.
Baste recordar casos como los de De Narváez o Enrique Olivera, entre otros. O los tantos periodistas que sufrieron la intrusión en sus celulares y correos electrónicos.
El macrismo no tuvo jamás la misma picardía que los K a la hora de señalar esos vicios. Ahora mismo Macri debe estar arrepintiéndose de no haber dicho nada en su momento.
En 2008, por caso, Tribuna de Periodistas llegó a entrevistar a micrófono abierto a dos agentes de Inteligencia que admitieron que fueron reclutados para espiar a puntuales cronistas y referentes políticos.
Una cosa no quita la otra, desde ya. El espionaje K no debe tapar jamás la intrusión M. Pero sí debe señalarse la hipocresía de los kirchneristas a la hora de rasgarse las vestiduras por las revelaciones de estas horas. Es una virtud de la que nunca han carecido.
A esta altura, Macri debería recordar al dramaturgo William Somerset Maugham, quien sostuvo: “En tiempos de hipocresía, cualquier sinceridad parece cinismo”.