Todos se echan la culpa. El gobierno nacional a la Ciudad de Buenos Aires. A su vez, Horacio Rodríguez Larreta dijo que nada tiene que ver.
Entretanto, el Ejecutivo Nacional dijo que todo fue responsabilidad de la familia de Diego Maradona, que decidió hacer la ceremonia en la Casa Rosada.
Lo cierto es que los incidentes de este jueves tienen un solo responsable. Dos si se quiere: primero, Cristina Kirchner, que fue quien se encaprichó con fotografíarse a solas con el cajón del mejor jugador de la historia.
Luego, aparece la figura de Alberto Fernández, que buscó transformar la muerte del “Diez” en un acto de Estado, aprovechando políticamente su fallecimiento.
Ello fue lo que provocó el descontrol de ayer a la tarde, que terminó con varias docenas de manifestantes dentro del Salón de las Palmeras de la Casa de Gobierno. Ninguna otra razón.
La foto de Cristina al lado del féretro de Maradona obligó a detener —y demorar— el transitar de los que intentaban saludar por última vez al ídolo. Fue lo que generó el efecto posterior: el malón de personas saltando los controles.
Para confirmar lo aquí mencionado, solo hay que mirar con atención los videos que circularon durante todo el día. Esas imágenes valen más que mil palabras.
Dicho sea de paso, ¿en qué pensaba el gobierno cuando decidió hacer un evento en el cual se especulaba que habría un millón de personas dispuestas a circular “sin pausa pero con prisa”?
Las matemáticas no cierran: deberían haber circulado unas 1.666 personas por minuto para satisfacer a todos los que se preveían. Imposible.
A esta altura, Alberto debería estar ensayando un pedido de disculpas. Cristina también, pero jamás lo hará. Su naturaleza no se lo permite.
Ambos, a su vez, deberían pedirle la renuncia a Sabina Frederic. Lo ocurrido es otra muestra —y van...— de su ineficacia como ministra de Seguridad.
¿O acaso lo ocurrido no ha sido una muestra de lo sencillo que es ingresar a la Casa Rosada y atentar contra el presidente de la Nación?
Si lo acaecido no ha pasado a mayores, ha sido porque Dios no quiso. Y en este caso... Maradona no tuvo nada que ver.
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