“Se van a encontrar con idiotas, los vemos a los idiotas, esos personajes van a tener que explicarle mucho a la sociedad argentina, la desaprensión para con el otro. Y las fuerzas de seguridad se van a encontrar con personajes que se creen poderosos y que pueden hacer lo que quieran, simplemente a esa gente la reportan y la justicia va a hacer lo que tiene que hacer. Y a los idiotas les digo, la Argentina de los vivos que se zarpan y pasan sobre los bobos, se terminó. No voy a permitir que hagan lo que quieran. Si lo entienden por las buenas me encanta, sino me han dado el poder para que lo entiendan por las malas, y en la democracia entenderla por las malas es que terminen frente a un juez explicando lo que hicieron”.
Las palabras que le dan inicio a este artículo fueron pronunciadas por el propio presidente Alberto Fernández a fines de marzo del 2020, en un contexto de cuarentena estricta, con una aceptación y acatamiento verdaderamente alto.
Es que, entonces, imperaba el temor y el desconocimiento de un nuevo virus. Nadie quería contagiarse, lógicamente, y el jefe de Estado gozaba de una aceptación que superaba el 90% según las encuestas del momento.
17 meses después todo es muy distinto, el temor quedó atrás y los vivos ensancharon la diferencia, quedaron expuestos y son, precisamente, varios dirigentes y representantes políticos.
Según la Real Academia Española, el idiota se define como “tonto o corto de entendimiento”, y aquella era la forma en la que Alberto Fernández definía a quienes incumplían con las normas impuestas con el fin de mermar la cantidad de contagios y, por consecuencia, de muertes a causa del coronavirus.
En otras palabras, el presidente le dio la facultad a cualquier persona de definirlo como idiota, es que fue él mismo quien hizo caso omiso a sus propias medidas, es por ello que resulta ser doblemente idiota.
Pero es tan idiota que se prestó a aparecer en fotos y videos durante el festejo de cumpleaños de la primera dama, Fabiola Yañez. Era 14 de julio del 2020 y el aislamiento seguía siendo riguroso, apenas unos pocos podían salir a trabajar, las empresas se fundían y muchos despedían seres queridos desde la frialdad.
Ni hablar si a alguien se le ocurría festejar un cumpleaños con 11 personas (tal cual aconteció en aquella ocasión), si lo enganchaban, lo multaban y le habrían un expediente judicial: era un delincuente.
Pero si eso no fuese suficiente, Alberto fue más allá, tan idiota fue que culpó a su compañera. Luego debió salir a desdecirse y hacerse cargo de la responsabilidad que le toca.
Pero hay más, la idiotez superó todos los límites tras festejar fin de año, el 30 de diciembre de 2020, con 72 personas. Nadie tuvo ese privilegio, solo la casta política gobernante. La mayoría se juntaba en grupos reducidos, apenas con los más cercanos, no más de 10 personas a la vez.
Encima, nuevamente, aparecen fotos y videos de aquel festejo realizado en el quincho presidencial… ¡idiota!
Pero lo peor fue la disculpa que no fue. “No va a volver a ocurrir”, dijo, acaso como si ello fuese a cambiar algo. Entonces, si un asesino se para frente a un juez y expresa las mismas palabras, ¿será perdonado? No, entonces Alberto tampoco debería.
Es que, para mayor idiotez, él mismo sentenció que ante una inconducta, la persona responsable deberá dar las explicaciones pertinentes frente a un juez. ¿Entonces por qué el idiota presidencial no?
En cambio aparecen personajes tales como el jefe de Gabinete Santiago Cafiero a decir que “fue un error”. No, no fue un error, fue un delito, liso y llano.
También asoman mentiras fácilmente refutables, como la de la diputada Gabriela Cerruti, quien sostuvo que la celebración por el fin de año fue al aire libre… Gabriela, querida, una imagen vale más que mil palabras.
Pero volviendo a la idiotez del primer mandatario, es necesario responderle con sus propias palabras: va “a tener que explicarle mucho a la sociedad argentina la desaprensión para con el otro” y debe terminar frente a un juez argumentando su comportamiento.
Es que, al fin y al cabo, el problema no es que Alberto Fernández sea un idiota, el problema es que sea el presidente.
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