Impactó este miércoles la masiva presentación de ofrecimientos de renuncia de puntuales ministros del gabinete de Alberto Fernández. Por ahora es solo un amague, ya que no se trata de renunciamientos “indeclinables”.
Ello significa que no hay una intención real de dejar el Ejecutivo por parte de aquellos referentes, sino más bien de aleccionar al jefe de Estado. Horas después de que este último se reuniera a solas con Cristina Kirchner y decidiera no remover a ninguno de sus hombres de confianza.
Quienes conocen detalles del meeting, aseguran que fue áspero, como pocas veces visto. Y ninguno de los dos quiso dar el brazo a torcer.
La vicepresidenta exigió cambios de gabinete; y el presidente los rechazó de plano. No solo eso: este miércoles el mandatario decidió mostrarse junto a Martín Guzmán, uno de los ministros más cuestionados por Cristina, en un acto de alta relevancia, la presentación de la ley de promoción de inversiones hidrocarburíferas.
A su vez, estuvo Matías Kulfas, a quien la expresidenta también imaginaba a esta altura renunciado. Toda una afrenta, a días de una de las peores derrotas que sufrió el kirchnerismo en su corta historia.
Ello lleva a preguntarse lo obvio: ¿Estuvo Cristina detrás de la decisión de los ministros de presentar la renuncia en tropel? Su silencio en estas horas indicaría que sí. También el obvio sentido común: ¿Por qué solo amagaron con renunciar los ministros cercanos a la vicepresidenta?
Nace entonces otro interrogante: ¿Por qué Cristina haría algo así? La respuesta es simple: hay en estas horas una puja de poder, para ver quién manejará a partir de ahora, no solo los destinos del país, sino también —sobre todo— la estrategia de la campaña electoral de cara a las Legislativas de noviembre próximo.
El mensaje de la vicepresidenta es clarísimo: o yo tengo todo el poder o te vacío de poder a vos. Una suerte de “golpe” contra aquel al que eligió como compañero de fórmula hace dos años a través de un ingenioso tuit.
¿Qué ocurrirá a partir de ahora? Depende de lo que hagan cada uno de los actores de este culebrón. O Alberto se alinea por completo a los designios de Cristina, lo cual hará sobrevenir una radicalización feroz del kirchnerismo; o impone su propio estilo, lo cual provocará un quiebre para con el cristinismo de paladar negro (que a su vez le haría la vida imposible).
Los gobernadores del peronismo ya le han dicho al presidente que lo acompañarán en caso de que decida desligarse de la figura de la vicepresidenta. La respuesta del jefe de Estado los enmudeció: les dijo que, en caso de que no lo dejen gobernar, es capaz de renunciar.
Como sea, la imagen que se vive en estas horas se parece demasiado a la postal de 2001, cuando Fernando De La Rúa empezó a transitar una espiral maldita que culminó con su propia salida en helicóptero. Justo después de varias renuncias en su gabinete. La más relevante, la de Carlos “Chacho” Álvarez, su vice.
Pasaron 20 años de aquellos días, con una coincidencia inquietante: hoy De La Rúa cumpliría 84 años.
Como bien dijo alguna vez Karl Marx, "la historia se repite dos veces, la primera en forma de tragedia y la segunda en forma de farsa”.
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