Hace unos días arrancó la locura. Docenas y docenas de colegas, amigos, familiares e incluso seguidores en redes sociales me hicieron llegar la carátula del expediente que investigó en su momento a Cristina Kirchner por su falta de diploma de abogada.
Pretendían sorprenderme, pero a mí eso no me sorprende, porque fui quien hizo la denuncia de marras, junto al letrado Fabián Bergenfeld.
Quiero decir, ¿qué podría asombrarme, si conozco esa causa judicial del principio al fin, casi de memoria?
A pesar de ello, no dejan de llegarme mensajes, la mayoría de ellos públicos, intentando sorprenderme por la existencia de tal expediente.
Ello me obliga a contar un poco de qué se trata aquella cuestión, que vuelve una y otra vez a mi vida. Solo porque alguna vez puse en duda que Cristina fuera abogada.
En realidad, fui bastante más allá: empecé a ofrecer 10 mil dólares a quien me mostrara el diploma de la hoy vicepresidenta o una foto de graduación.
Luego, di un paso más: fui a la justicia Federal. Allí denuncié a Cristina por violar el artículo 247 del Código Penal, que penaliza la usurpación de títulos y honores. Con tan mala suerte que la causa judicial recayó en el juzgado de Claudio Bonadio, que en esos días era un juez kirchnerista.
Como sea, presenté infinidad de prueba y testigos. Pero el magistrado ni siquiera se tomó el trabajo de llamarlos a declarar. Se trataba de testimonios calificados.
Exfuncionarios que habían trabajado con Néstor Kirchner o que lo habían tratado, como Rafael Flores, Domingo Zárate, Daniel Gatti y Eduardo Arnold. Este último supo ser vicegobernador de Santa Cruz y, al igual que todos los demás, admite que Cristina no se recibió jamás.
También pedí que citaran a exdocentes de la Universidad Nacional de La Plata, donde estudió Cristina. Tres de ellos me habían confirmado que la hoy vicepresidenta nunca se había recibido.
Sin embargo, Bonadio nunca avanzó en ese sentido. Jamás me requirió tampoco la prueba que le anticipé que tenía para aportar.
De hecho, fue más que grosero conmigo. El día que declaré, no me dejaba terminar de responder ninguna de las preguntas que me hacía y pedía al “escribiente” que omitiera algunas cuestiones puntuales que yo mencionaba en mi declaración.
Finalmente, luego de un breve proceso que duró unas pocas semanas, sobreseyó a Cristina. Solo sobre la base de un analítico “trucho” y una ficha de entrega de título que se demostró adulterada. Pertenecía en realidad a un salteño llamado Valentín Olmos.
Si se mira con detenimiento ello se observa claramente… salvo para Bonadio, quien lo tomó como valedero.
Es un documento coherente con los demás que involucran a Cristina, todos aparecen siempre enmendados o tachados, como la siguiente anotación en el libro de la UNLP. Dicho sea de paso, Bonadio nunca permitió que este se aportara.
Como era de prever, el juez finalmente archivó el expediente, lo cual dejó en mí un eterno sabor amargo, que solo logro evitar cuando recuerdo que nadie aún ha ganado mi desafío de los 10 mil dólares.
Como solía decir mi abuela, "mal de muchos consuelo de tontos".