Esta semana, una nota periodística de diario The New York Times, basada en un informe interno de la agencia inteligencia israelí Mossad sobre los atentados a la embajada de Israel y la AMIA, aseguró que ambos ataques "fueron llevados a cabo por una unidad secreta de Hezbolá", que no contó con colaboración de "ciudadanos argentinos ni asistidos en el terreno por Irán".
Grandes medios de la Argentina replicaron el artículo de NYT, provocando un verdadero tembladeral, no solo político, sino también periodístico. Básicamente, porque lo publicado refuta lo que vienen publicando aquellos mismos medios desde hace décadas. Principalmente, Clarín, La Nación, Página/12 e Infobae.
Es curioso, porque algunas partes del documento revelan ciertas verdades, otras siguen sosteniendo puntuales mentiras, y hasta hay datos incomprobables.
Lo sorprendente es que finalmente el gobierno israelí admite que Irán no tiene implicancia en los atentados, lo cual viene sosteniendo quien escribe estas líneas desde la memoria de los tiempos. No por capricho, sino por haber leído el expediente judicial, donde no existe una sola evidencia contra iraní alguno.
Por el contrario, hay pruebas de sobra que incriminan a ciudadanos sirios y su conexión local dentro de los servicios de inteligencia argentino -exSIDE- y la Policía Federal.
Laura Ginsberg, referente de la Asociación Por el Esclarecimiento de la Masacre Impune de la AMIA (APEMIA) sintetizó con gran tino el nuevo documento del Mossad: “Israel se ocupa de terminar con la ‘conexión internacional’ que -hasta hoy- Argentina sigue imputando a Irán, después de que los Fiscales intentaron sobreseer a la ‘conexión local’ y se encamina a terminar con la ‘versión común’ que fabricaron hace 28 años con Argentina, pocas horas después del ataque a la AMIA, para acusar a Irán. Con el nuevo informe, el Mossad da por superadas sus propias acusaciones y reconoce que eso nunca fue verdad! Se trató de una construcción”.
De paso, Ginsberg aprovecha para criticar a los que siguieron a pie juntillas la versión oficial: “La confesión pone en el vacío a la acusación y a la política exterior de Argentina y deja como charlatanes a los especialistas, a los oficialistas y opositores locales”.
Como sea, la acusación contra Irán se motorizó a poco de cometerse el atentado a la AMIA, en julio de 1994, y quedó en evidencia a través de la desclasificación de puntuales cables secretos que fueron revelados en 2003.
Allí se detallan las conversaciones entre Carlos Menem y el entonces primer ministro israelí Yitzhak Rabin, donde acordaron no acusar a Siria y enfocar las culpas en Irán, por cuestiones geopolíticas. La estrategia funcionó correctamente, ya que adhirieron propios y ajenos, e incluso los grandes medios siguieron la farsa. A sabiendas de que era una completa mentira. Que gravita sobre la base de tres mitos:
1-Que el atentado fue en el marco del eterno enfrentamiento entre árabes y judíos.
2-Que hubo un coche bomba que explotó en la puerta de la mutual judía.
3-Que los que atentaron allí fueron iraníes.
La verdad es otra, y está probada en el expediente judicial:
1-Se trató de una venganza contra Menem por acuerdos incumplidos con Siria, refrendados en 1988.
2-El explosivo estuvo puesto dentro del volquete que reposaba en la puerta de la AMIA.
3-Los que atentaron fueron sirios.
Ello explica por qué Menem, poco después de ocurrida la explosión, dijo: “Esto me lo hicieron a mí”. Incluso pidió que no se investigue a ningún ciudadano sirio. Los detalles aparecen publicados en mi libro "AMIA, la gran mentira oficial" (El Cid Editor, 2007).
En otro orden de cosas, respecto de la inteligencia israelí, el libro “Mossad, la historia secreta”, escrito en 1999 por Thomas Gordon, revela cuál es la verdadera hipótesis de esa agencia.
En dicha obra, el autor cuenta que en la primavera de 1996, el entónces jefe del Mossad Danny Yatom reabrió la investigación sobre el atentado a la embajada de Israel y que se topó así con "el pasado del presidente (Menem) y de la primera dama" y "descubrieron que Menem tenía vínculos cercanos con miembros de grupos terroristas dentro de la comunidad siria en Argentina". Y avanza:
Una periodista israelí, Nurit Steinberg, que había hecho su propia investigación sobre el atentado y publicado sus hallazgos en el semanario Kol Hair de Jerusalén (que depende del diario Haaretz) confirmó esta declaración.
"Poco después depués de publicar su detallado informe -nunca desmentido por Menem o por su Gobierno- Nurit Steinberg fue víctima de un incidente (...) El único objeto robado fue el disquete donde había almacenado toda la información (...). El Ministerio de Asuntos Exteriores israelí ignoró las afirmaciones de Steinberg. Sus portavoces comenzaron a alimentar historias que acusaban a Irán de la destrucción de la embajada, perpetrada por su socio, el fanático Hezbollá.
(Pero en Buenos Aires) los investigadores del Mossad seguían encontrando pruebas preocupantes que contradecían la opinión del Ministerio de Asuntos Exteriores acerca de la culpabilidad de Irán y el Hezbolá (y puso la lupa sobre) Monzer al Kassar, un veterano traficante de armas y drogas cuyo círculo de amigos abarcaba desde Oliver North hasta Abu Nidal".
Nueve meses antes del atentado, un noticiario de televisión de Damasco mostró al hermano del presidente Menem, Munir, entonces embajador argentino en Siria, filmado en conversaciones con Al Kassar. Poco después del atentado, Munir fue trasladado a Buenos Aires. El equipo del Mossad no había podido descubrir por qué.”
Yatom reparó que en abril de 1992 su antecesor Shavit había retirado de Buenos Aires al equipo de investigadores a sus órdenes: "En realidad -escribe Thomas-, se le había ordenado a Shavit archivar el expediente, hecho notable dado lo ocurrido cuando el Mossad se retiró".
¿Qué había ocurrido? En Buenos Aires, el embajador Yizthak Shefi, cuya esposa había muerto en el ataque, insistía en que “Siria estaba implicada” en el atentado. “Tácitamente apuntaba a que el presidente Menem debía responder algunas preguntas. Menem elevó una protesta ante Shimon Peres. Shefi fue llamado ‘a consulta’" y ya no regresó.
Respecto al tema AMIA, Gordon Thomas asegura que el gobierno israelí convalidó la acusación argentina al Hezbolá, y que "este grupo hizo, contra su costumbre, una declaración en Beirut negando cualquier vínculo".
Finalmente, para Israel y el Mossad "reabrir una investigación que podía desenterrar desagradables nexos entre el presidente argentino y la tierra de sus antepasados no era una opción viable.
Durante los años posteriores, Menem seguiría jugando su papel de honesto mediador. Era mucho más importante para los amos políticos del Mossad que lo siguiera haciendo. Se le comunicó a Yatom que los expedientes de ambos atentados debían continuar cerrados".
Más claro, echarle agua.