Ayer nomás, en el marco de un culposo descargo personal, Jonatan Viale apuntó contra dos de sus colegas, otrora compañeros de trabajo, Eduardo Ferinmann y Luis Majul.
Los acusó de recibir sobres “bajo mesa” por parte de la política y de haber hecho campaña para Horacio Rodríguez Larreta. “¿No te acordas que vos agarraste? Vos y el otro. Yo me fui, ¿y vos?”, espetó mirando a la cámara.
Y añadió, no sin furia: “Se llenaron de guita con sobres de la política, te llenaste de guita con la campaña pasada con ese sobrecito marrón. ¿Queres que te cuente dónde, cuándo y en qué momento fue?”.
Los dichos de Viale no me sorprenden en lo más mínimo, porque conozco qué clase de personas son Feinmann y Majul. Sobre todo este último, a quien le dediqué varios artículos periodísticos en los últimos 25 años.
Majul es un mercenario que es capaz de vender a su propia familia a cambio de dinero. Lo viene haciendo desde la época de la última dictadura militar, como revelé en esta vieja nota.
Feinmann no está muy lejos de ello: lo sufrí en persona a fines de los años 90, cuando publiqué mi libro sobre la muerte de Carlitos Menem (“Maten al hijo del presidente”, Editorial Galerna, 1999).
En esos días, el entonces ministro del Interior Carlos Corach le pagaba para que fuera a los mismos programas a los cuales yo era invitado, a efectos de refutar mis dichos acerca de que el hijo de Menem había sido asesinado.
En esos mismos días, en los cuales circulaba en un ostentoso Mercedes Benz, Feinmann quedó en medio de un escándalo cuando se descubrió que el ex gobernador bonaerense Carlos Ruckauf le pagaba una jugosa pauta para destacar las bondades de su gestión. Le costó mucho rearmar su reputación. Décadas.
No obstante lo dicho, lo relevante no es el árbol, sino el bosque: hay muchos otros Feinmann y Majul, tipos como Raúl Kollmann, Daniel Santoro, Rolando Graña, Jorge Rial, y muchos otros. Tipos que se han enriquecido haciendo operaciones de prensa.
Se trata de un secreto a voces, que todos conocen. Incluso de dónde cobra cada uno de ellos. Pero todos prefieren callar. Incluso el mismísimo Jonatan Viale. Porque ¿cómo es que no lo dijo antes?
Quedó claro por su propio testimonio que fue testigo en primera persona de las “agachadas” de sus colegas. ¿Por qué las calló? Más aún: ¿Hubiera contado lo que contó si no hubiera ocurrido aquel incidente con Santiago Caputo?
Dicho sea de paso, ¿qué quiso decir con que fue eyectado de canal LN+ por no querer hacer campaña para Horacio Rodríguez Larreta?
Las acusaciones son graves, y los medios se han quedado en la mera anécdota del “puterío” entre periodistas. Amerita que se profundicen los dichos de Viale. Por el bien del “oficio más hermoso del mundo”.