Dos noticias que son el espejo una de la otra, la paradoja de la idiosincracia nacional. Por un lado, la Corte Suprema de Justicia de la Nación avanza en el armado del proyecto de despenalización de tenencia de drogas, a pedido del Poder Ejecutivo Nacional —y sus ocultos intereses—.
Por otro lado, un grupo de 80 jueces y magistrados —nacionales, provinciales y federales de todos los fueros— denunciaron que la oferta y la demanda de drogas "registra niveles sin precedentes" en el país, agregando que las bandas de narcotraficantes "en muchos casos recibieron protección política, administrativa y judicial".
No deja de llamar la atención que el Gobierno impulse la despenalización de estupefacientes en el marco del exponencial crecimiento, no sólo del consumo de ellos, sino también del ingreso de narcotraficantes a la Argentina.
Hace pocos días, el ex embajador de Colombia en la Argentina y actual canciller Jaime Bermúdez, advirtió que la despenalización traería un incremento de drogas en el territorio nacional en lugar de disminuirlo. "La experiencia de Colombia indica que despenalizar la droga no ayuda a combatir el narcotráfico, sino todo lo contrario", admitió ante un asombrado cronista de diario La Nación.
Hay que ser claros en un punto que no casualmente el kirchnerismo oculta con gran elocuencia: el consumo de drogas está despenalizado hace veinte años, lo que quiere liberarse es la "tenencia", estos es, la posibilidad de cargar encima con pequeñas dosis de narcóticos. Lo único que logrará esto —como ha sucedido en otros países que lo han intentado— es que el narcotráfico mueva la droga, a través de sus dealers, en pequeñas dosis.
No hay que dejarse engañar, acá hay intereses privados de ciertos grupos que viven del tráfico de drogas y que son protegidos por importantes funcionarios del Poder Ejecutivo. En ese marco, se quiere hacer creer a la sociedad que hay en estudio profundos proyectos sobre adicciones y estupefacientes a través de una "comisión de notables", especializada en el tema drogas.
La realidad es que la comisión en realidad es de "impresentables", tal cual denunció este periódico oportunamente, algunos de ellos relacionados personalmente a causas de narcotráfico. Los supuestos especialistas —sólo hay uno que merece destacarse, la Dra. Patricia Llerena, especialista en lavado de dinero— son unos farsantes, lo mismo que el ministro de Justicia, Aníbal Fernández, quien no duda en mentir para justificar la despenalización que tan sospechosamente defiende.
Habla el funcionario de que actualmente se "criminaliza" al adicto y miente. No es penalizado, sino que es enviado a hacer un tratamiento para abandonar su adicción. Las cifras que da el ministro son irreales y él lo sabe, pero es un actor interesado en este culebrón.
La sociedad es bombardeada permanentemente con información de dudosa procedencia y esto provoca una enorme e inevitable confusión que opera a favor de los lobbystas de la droga.
Un dato que no debe perderse de vista siquiera por un instante: no existe un combate real contra las drogas en nuestro país, por lo cual decir que se ha perdido la pelea contra el narcotráfico es de una imbecilidad supina.
Si realmente se quisiera pelear contra el tráfico de estupefacientes, tendrían que radarizarse las fronteras del país, coordinar acciones entre las diversas fuerzas de seguridad del territorio nacional, sancionar la pertinente ley de precursores químicos, desfederalizar la acción de la justicia respecto a los delitos relacionados con las drogas y otras tantas medidas que el oficialismo parece no querer ver.
Lo más sencillo —y por donde siempre se corta el hilo— es siempre discutir sobre el consumidor de narcóticos, el último eslabón de la cadena y el menos importante a la hora de desbaratar bandas de narcos.
Habría que preguntarse por qué, en lugar de embestir de frente contra las drogas, se insiste en una medida que va a contramano de lo que hace el mundo entero. ¿A quién le sirve todo esto?
Hace pocos días, un abogado especialista en delitos relacionados con las drogas hizo una comparación reveladora ante los periodistas de este medio: "Despenalizar el homicidio no ayudará a que haya menos crímenes. Esto es lo mismo".
Otra gran frase la dijo mi abuela: "Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía".
No es poco.