Finalmente, el domingo 24 se cumplió el anuncio propalado el viernes anterior por el Chavo Fucks de que en el programa oficialista 6,7,8 contarían nada menos con la presencia de Néstor Kirchner como invitado especial. Y así fue, secundado por Tristán Bauer y por una tribuna adicta integrada por miembros de la agrupación
Y así, ante tremenda muestra de lametraserismo que hubiera estremecido al mismo Tato Bores, Néstor pontificó, para todos los argentinos, acerca del tremebundo complot urdido por las oscuras fuerzas coaligadas del vice Julio Cobos, el Clarín de Magnetto, el partido judicial y el conglomerado opositor. Todos unidos buscando, según advirtió, intentar desde las sombras que el gobierno de su esposa se caiga antes de diciembre de 2011. Estos conspiradores, además, están embarcados en una campaña destinada a que la corporación mediática ignore los logros de dicha gestión, a fin de divorciarse definitivamente de la clase media.
Al día siguiente, la misma emisión tuvo la participación estelar de la actriz Florencia Peña, vieja conocida de la casa. Haciendo gala de un dudoso histrionismo, la ex pechocha intentó una suerte de análisis sobre la perfomance el día anterior del primer consorte, a la luz de la prohibición del ingreso de Martín Redrado al Banco Central justamente ese domingo por la noche.
Analizando sus dichos, y los de sus secuaces, se cae en la cuenta de cómo opera la usina de pensamiento kirchnerista en su versión dura y cruda, sobre todo en sus obsesiones dominantes. Si bien el meollo del programa en cuestión se centra en denostar a los colegas que no comulgan con dicho ideario, particularmente los que revistan en el multimedios citado arriba, el temor más acuciante lo tienen con cualquier intento de pensamiento o acción independiente.
Pues tanto la actriz aludida, como el resto de los panelistas, se mostraba horrorizada ante no sólo la resistencia a domesticarse de muchos periodistas, sino también de la existencia de un Banco Central autárquico y de un poder judicial independiente. Sentimiento compartido, obviamente, por quien ambiciona suceder a su esposa en 2011.
Evangelismo de la sumisión
Paradójicamente, una de las expresiones que se vertieron en ambas emisiones fue que para convencer a la ciudadanía se debería poner en práctica un método cuasi evangélico. En clara contraposición con lo que, a su juicio, efectúa cotidianamente la corporación mediática. Esto es, si ellos buscan convencer a mil con una sarta de mentiras, nosotros convencemos a uno para que éste ilumine con la verdad al resto. La verdad oficial, claro está. No esa que nos hará libres, sino aquella que ilustra e ilumina desde los números del INDEK, por obra y gracia de Guillermo Moreno, así como la gestión extraordinaria de Cristina Kirchner causa envidia y furor en gran parte del orbe, incluyendo al mismo EEUU de Obama. Todo un ejemplo a imitar, sobre todo si se omite buscar la verdad en los hechos.
Ni la dictadura genocida de Videla se atrevió a tanto, a generar un programa de televisión donde prime la alabanza sistemática de los actos del gobierno de turno. En la misma línea argumental de la presidenta, aquel lunes 29 de junio, cuando aludió que la derrota fue porque no supieron comunicar, 6,7,8 busca hacerlo poniéndose por arriba de la libertad de prensa ofreciéndola en sacrificio en el altar de la sumisión kirchnerista.
Resulta interesante comprobar que, al verlos en acción cada noche por la pantalla oficial, quienes adhieren a los postulados de la ley de medios, utilizan métodos y formas de denostación que harían la delicia del mismísimo Torquemada. Porque alegremente prenden la hoguera virtual en la cual arrojan a todos los colegas herejes que, al infierno conservador con ellos, no pretenden besar las cadenas que gentilmente les ofrecen desde Olivos.
Causa tanta furia y tristeza recordar a los centenares de colegas desaparecidos y asesinados durante 1976-83, viendo semejante muestra de degradante clientelismo periodístico.
Sin una prensa libre, no existe democracia bajo ningún aspecto. Y sin disenso, todas las demás libertades se convierten en letra muerta.
Y la realidad, por más que les pesa, sigue siendo la única verdad.
Fernando Paolella