El desmesurado enojo oficial para con los dichos de Carlos “Lole” Reutemann, reflejan todo un síntoma acerca de cuál es el escozor más importante que ostenta el oficialismo en estos días: la falta de honestidad en el poder.
En tal sentido, es evidente que el kichnerismo adolece de la más elemental autocrítica cuando se trata de corrupción gubernamental.
Recordemos que Reutemann había asegurado que deseaba que los Kirchner, al finalizar su gobierno, no se hubieran robado “
Rápido de reflejos, como siempre, el gobierno ha recurrido a los alcahuetes de siempre a la hora de responder: Agustín Rossi, Hugo Moyano, Miguel Angel Pichetto y hasta el ya olvidado Luis D’elía. Sólo falta que hable el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y el coro de obsecuentes K ya estará completo.
¿Es exagerado el comentario de Reutemann? ¿Es el gobierno de los Kirchner un dechado de honestidad y buenas intenciones?
La respuesta es obvia: un gobierno que aún no ha dado explicaciones suficientes respecto a la evaporación de los célebres Fondos de Santa Cruz y cuyos gobernantes ostentan un nivel de riqueza pocas veces visto en la función pública, no tiene derecho a arrogarse una honradez que no posee.
Tal vez no sea Reutemann la persona más indicada para cuestionar a los Kirchner, no sólo por los propios vicios de su gestión al frente del Ejecutivo en la provincia de Santa Fe, sino por haber acompañado al menemismo en el oportuno saqueo que llevó adelante durante los años 90.
Sin embargo, nunca está de más aprovechar el puntapié que dejan este tipo de noticias a efectos de reflotar el nunca terminado debate sobre la honestidad en la función pública. Un tópico más que relevante en
Al mismo tiempo, sería interesante que en lugar de discutir cuestiones vacías de contenido, muchos de los que hoy aparecen apoyando a uno y otro sector se abocaran a trabajar en lo que deben.
La sociedad empieza a cansarse de ver ciertos personajes que sólo aparecen a efectos de defender o atacar irracionalmente al gobierno de turno.
Sus nombres ya son harto conocidos por todos.
Christian Sanz