En el país del yo no fui, la clausura de las compras a Brasil nunca se produjo, el corte del puente Gualeguaychú-Fray Bentos es culpa de la Justicia que no actuó, las groserías del INDEC son parte de una conspiración para terminar con los Kirchner, los cortes de luz son responsabilidad de las distribuidoras que no invierten y ahora se ha sabido que nadie ha visto nunca un barra brava.

Es más, no ha faltado quien sostuvo temerariamente que su aparición masiva es atribuíble a la prensa, molesta por la veda informativa que pergeñó Diego Maradona, encerrado en Pretoria para "apiñar", más allá de la competencia futbolística, el espíritu de cuerpo de la Selección Nacional.

El argumento es bien atendible, sólo si se lo enmarca en que es verdad que los medios en general deberían hacer un mea culpa, ya que masivamente han insertado esas calamidades sociales en los espacios deportivos y no en las secciones de Policiales, tal el lugar donde se desgranarían las actividades de cualquier mafia.

¿Por qué la acción de las familias de la camorra, la matanza de la noche de San Valentín, las tropelías del cartel de Sinaloa o las andanzas rosarinas de Chicho Grande y Chicho Chico han tenido y tienen su cuarto de hora en las páginas de la criminalidad, mientras que en la Argentina se quiere ver la acción de estos marginales de modo casi folclórico como asociados al fútbol?

En todo caso, si la presencia de los matones de ocasión se da en las canchas es porque ya son pocos los que se atreven a impedírselo, aunque sus métodos son exactamente iguales a los otros casos relatados: negocios fuera de la ley, peleas a muerte por el control de la caja y, sobre todo, venta de protección a terceros, en este caso a dirigentes, jugadores y técnicos.

Por eso, el relacionamiento de siempre de los barrabravas con el mundo de la política, desde los intendentes a poderes mayores, ya que es mano de obra desprejuiciada que sirve tanto para un barrido como para un fregado.

Si siempre se dice que lo que ocurre en las hinchadas es fiel reflejo de lo que pasa en el resto de la sociedad, en cuanto a la violencia que genera el sálvese quien pueda ¿por qué encubrir la situación con el manto del deporte? El no llamar a las cosas por su nombre es hipocresía y en el peor de los casos, complicidad.