La ausencia de mensajes de condena hacia los barrabravas que mataron a Emanuel Balbo por parte del arco político, denota miserabilidad e hipocresía, pero sobre todo complicidad.
Los responsables de la muerte del hincha de Belgrano son los que lo golpearon y obligaron a tirarse de la tribuna, pero también lo son aquellos que permiten que estos asesinos tengan la impunidad que ostentan.
Son tipos que deberían estar presos, porque son criminales y hasta manejan la droga dentro y fuera de las canchas de fútbol. Pero no, gozan de una libertad inexplicable gracias a los dirigentes, tanto de la política como el fútbol, que les permiten hacer lo que les plazca.
A cambio, los barras ofician de punteros políticos, permiten ganar elecciones a impresentables que hoy están al frente de puntuales clubes e incluso operan como sicarios, tal cual se demostró en el doble crimen de Unicenter ocurrido el 24 de julio de 2008.
Ello explica el silencio de estas horas, donde solo se pronuncian palabras de ocasión pero nada se dice contra los asesinos de Balbo desde el arco político o desde la dirigencia del fútbol.
¿Cómo es posible que un criminal como Oscar Alfredo “El Sapo” Gómez estuviera libre, sobre todo cuando ya había matado al hermano de Balbo en noviembre de 2012? ¿Nadie dirá nada al respecto?
Es escandaloso lo que ocurrió, pero parece que pocos han caído en la cuenta. ¿Cuántas veces queda registrado de tal manera un homicidio, en vivo y en directo?
La frialdad con la que actuaron los barras demuestra que lo que hicieron es habitual en ellos, solo que no suele haber cámaras que los filmen. La violencia es parte de su idiosincrasia, está claro.
Lo peor de todo es que nada ocurrirá a futuro. Estos tipos seguirán haciendo de las suyas, amparados por la política y el fútbol.
Solo se volverá a hablar de este fenómeno cuando aparezca otro Balbo, asesinado en alguna otra parte del país por la barrabrava de algún otro club. Es el cuento de la buena pipa.