Entre el desconocimiento y el cinismo uno no sabe por cuál optar cuando de personajes como Amado Boudou, Guillermo Moreno o Mercedes Marcó del Pont, entre otros, se trata.
Decía el ministro de Economía hace unos días: “la inflación no es un tema preocupante”, y hace horas completó el concepto admitiendo que la misma existe pero que solo “podría” afectar a las clases medias altas.
Interesante razonamiento el del ministro sobre todo cuando sabemos que esas clases siempre tienen la posibilidad de cubrirse frente a la misma de diversas maneras, como por ejemplo haciendo inversiones en bienes de diferente naturaleza. Los asalariados, jubilados y beneficiarios de planes sociales viven al día, tienen 0% de capacidad de ahorro y mucho menos de inversión, por ende los mismos bienes de primera necesidad que consumen el lunes, los pagarán más caros el martes, aún más el miércoles y así sucesivamente hasta que les resulten inaccesibles.
Por su parte el Secretario de Comercio volvió a reiterar, tajante, que la inflación real es la que elabora el INDEC, partiendo de la premisa seguramente de que todos los argentinos a excepción del Gobierno, sus funcionarios y la tropa kirchnerista, somos unos perfectos retrasados mentales que no entendemos nada, distorsionamos la realidad y carecemos de todo conocimiento en relación a absolutamente todo. De otro modo no podría explicarse semejante empecinamiento en seguirnos mintiendo tan burdamente. ¿Sabrá que en términos generales solemos comprar alimentos para subsistir y nadie nos cuenta que los precios suben?
Probablemente en la misma inteligencia, Moreno tome como referencia única y exclusivamente los precios que dice el Gobierno que “debería” haber en las góndolas, pero que mucho distan de lo que son.
Para ilustrar el ejemplo voy a apelar a una anécdota que me dejó totalmente desconcertada.
Brisa tiene 5 años y es la nieta de una amiga que es cartonera desde hace varios años en el barrio luego de haberse quedado sin trabajo al ser discriminada porque su hijo más chico que ahora tiene 12, contrajera sida por una transfusión internado en un hospital público.
Brisa viene con su abuela y sus tíos adolescentes todos los días a medio día y revuelve las bolsas de basura en busca de cartones hasta las 4 de la madrugada junto con ellos. Todas las noches me espera en la parada del colectivo cuando vengo de trabajar y se me cuelga al cuello mientras me cuenta lo que hizo durante el día y me pregunta de todo. Pero esta historia completa es para narrarla en otro momento.
Lo que viene a colación es que justamente anoche la nena me dice:
“¿Por qué mi abuela llora todos los días porque puede comprar menos leche y pan para nosotros?”.
“Porque todas las cosas cada vez cuestan mas caras”, le respondí.
“¿Y por qué?”, me pregunta.
“Porque hay inflación, es decir que los precios se inflan”.
La nena se empezó a reír a carcajadas y me dice: “Ah, los precios se ponen gordos”.
“Sí”, le dije mientras me reía de su ocurrencia.
Entonces me dice: “Y si se ponen gordos no entran en el chango. Ah, por eso llora mi abuela, porque no los puede traer a casa”.
Juro que en mi vida había encontrado una explicación más clara y precisa de lo que pasa cuando hay inflación. Hasta una nena de 5 años se da cuenta de que quiénes no pueden llevar bienes de consumo básicos a la casa son las personas de más escasos recursos, no las clases medias altas y altas como dice el Lic. Boudou.
Pero dejando un poco de lado al controvertido Moreno y omitiendo por el momento las inconsistencias en las argumentaciones de la presidente del BCRA en relación a la política monetaria, reservas etc., cabe recordar además que el mismo ministro viene sosteniendo también desde hace unos días que el Gobierno está trabajando en atraer inversiones como única salida al problema.
Bueno, resulta que ya hace años que muchos hipotéticos opositores, golpistas y gorilas —según gusta definirlos el Gobierno— vienen advirtiendo acerca de ese “pequeño detalle”. Sin embargo es bastante difícil que en un país con tanta inseguridad en sus calles, invadidos por mafias y cárteles de la droga, guerrilleros a sueldo fijo mensual que se financian desde la cúpula con parte del supuesto superávit fiscal que no es tal sino parte de la contabilidad creativa, persecuciones (aparentes) a ciertos sectores del sistema capitalista, sin ahondar en el sistema tributario vigente, etc., algún inversor venga justamente a la Argentina cuando a un paso tiene Brasil o Chile, que parecen hacer las cosas de modo tal que la teoría coincide con la práctica. O dicho en otros términos, el discurso no colisionaría con las obras en materia económica.
Concluyendo, una vez más queda desnuda la falacia argumentativa del poder político gobernante, la contradicción es clarísima entre objetivos y estrategias para alcanzarlos.
¿Serán estos dos elementos los pilares fundamentales del famoso modelo K?
Nidia G. Osimani