La imagen y el nombre de la Presidenta de la Nación en todos los carteles de obra pública, no sólo constituye la violación de la ley de ética pública y de normas electorales, por tratarse claramente de publicidad no autorizada, sino que evidencia una forma de ver el estado reñida con el orden republicano y democrático que emana de nuestra Constitución Nacional.
La obra pública, erigida con el sacrificio de todos los argentinos que pagan impuestos, no puede ni debe tener nombre y apellido, no puede ni debe ser adjudicada a una imagen. Ciudadanos de todas las ideologías y pertenencias partidarias pagan sus tributos para sostener al Estado, para que las políticas votadas por el pueblo puedan instrumentarse, no para exaltación de la persona que circunstancialmente ejerce el Poder Ejecutivo.
Ahora bien, pareciera que quienes nos gobiernan no entienden la periodicidad de sus cargos, o no acuerdan con ella. ¿Qué debiera hacer un nuevo presidente con las obras no terminadas por la actual gestión? ¿Borrar la cara de la actual presidenta y poner la propia?
Creo que no, lo más razonable sería que en los carteles de obra pública sólo se exhiba al Estado Nacional como autor de las obras públicas de la Nación. Los monarcas suelen exhibir su imagen como emblema de los Estados donde reinan (quizá menos que nuestra primera magistrada). Pero claro, ellos reinan hasta su muerte y no por decisión del pueblo.
Pareciera que la Presidenta no ha entendido la diferencia. Recuerdo su visita a Qatar, acompañada de su hija. Recuerdo la reunión sostenida entre la hija presidencial y la princesa local, en la que entablaron diálogos diplomáticos en materia cultural-cinematográfica.
Pues bien, mientras la princesa de Qatar ejercía funciones públicas en su país, por el hecho de formar parte de la familia real, nuestra “primera hija”, sin designación alguna, asumía funciones diplomáticas, en pie de igualdad a una princesa, porque su autoridad emanaba exclusivamente del vínculo de sangre con la Presidenta de la Nación. Menos republicano que eso, imposible.
Algo similar, es la utilización de los actos patrios con una clara finalidad partidaria y, recientemente, electoralista. Se destruyen así momentos de gran importancia simbólica para la unión los argentinos. Las fechas patrias pasan a tener color político y “Ella” recuerda a “El” cuando en aquel 25 de mayo… (etc.)
Entonces, el movimiento se confunde con el Estado y el movimiento es la Patria, y quien no integra el movimiento, no es argentino, y si critica al movimiento y a su líder, traiciona a su Patria.
Este es el pensamiento autoritario que ya ha cruzado muchos límites, el mismo que desoye sentencias judiciales de la propia Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Afortunadamente hay un límite que es la ciudadanía; un límite que les dice que, aunque se crean el todo, sólo son una parte.