El primer gran gesto del discurso de Cristina Kirchner se dio bastante antes de que comenzara a hablar. Tuvo que ver con las presencias y ausencias en su llegada a Rosario. En el marco de una voluminosa comitiva oficial, los únicos que parecieron faltar allí fueron el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, y el secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, no casualmente los encargados de controlar el sistema ferroviario que falló en los últimos días.
Podría interpretarse como una especie de castigo o bien un gesto prudencial a efectos de evitar emociones contraproducentes en el marco de un acto oficial.
El que sí pudo verse próximo a la mandataria ha sido el vicepresidente Amado Boudou, golpeado duramente en los últimos días por el escándalo vinculado a la ex firma Ciccone Calcográfica. ¿Ha sido un respaldo a su segundo por parte de la Presidenta? Eso parece, sobre todo por el hecho de que en ningún tramo de su alocución hizo hincapié al tema que copa las portadas de los medios no oficialistas.
Más allá de esos puntuales gestos, el discurso de Cristina no ha sido más que una reiteración de sus propias palabras, pronunciadas en todo foro público y privado al que ha sido invitada. Malvinas, YPF y “Él” (Néstor), son los tópicos de los que abusa cada vez que se encuentra frente a un auditorio y, este caso, no fue la excepción. Todo ello fue sazonado con un conveniente ataque a los medios de prensa y la omisión a los temas más relevantes de la incómoda coyuntura.
Lo único novedoso de la alocución que dio la primera mandataria fue la referencia que hizo a la gesta de Manuel Belgrano, solo para forzar una comparación que la pudiera llevar directo a su comodín discursivo: las Malvinas. "A 200 años de aquel acto histórico (la creación de la bandera) subsisten aún enclaves coloniales en 16 países del mundo; uno es el nuestro, en nuestras Islas", aseguró.
Luego forzó una comparación entre su propio Gobierno —y el de su fallecido esposo— con la acción libertadora llevada adelante por Belgrano. Solo le faltó recordar un pequeño detalle: este último murió en la extrema pobreza. ¿Qué puede decir a ese respecto una gobernante que no cesa de acopiar riquezas y que jamás ha devuelto fondos públicos de Santa Cruz que reposan en Suiza?
No faltó la referencia de Cristina a la tragedia de Once ocurrida el pasado 22 de febrero. "Yo quiero decirles a todos ellos y a los 40 millones de argentinos; a los que me quieren y a los que no: voy a tomar las decisiones que sean necesarias una vez que la Justicia decida".
Esa frase no dejó de llamar la atención a propios y ajenos. Es que, por mucho menos le han quitado concesiones al grupo Clarín e intenta "estatizarse" la firma YPF. Por otro lado, más allá de la acusación concreta, sorprendió el hecho de que jamás mencionara a la empresa concesionaria TBA ni a los hermanos Cirigliano. ¿Tanto temor le provoca el hecho de perder el millonario sistema de "retornos" que le deja esa empresa?
Peor aún, jamás habló, siquiera mínimamente, de la responsabilidad del Estado respecto de lo ocurrido. En rumbo de escapar a las obligaciones, Cristina pronunció una polémica frase que intentó explicar por qué viajaba tanta gente en el tren del referido accidente: "Antes no se viajaba porque ni siquiera tenían adónde ir (los trabajadores)".
Sorprendió en fin la titular del Ejecutivo, no solo por su errático discurso, sino también por su capacidad de hablar como si recién llegar al poder. Si un marciano llegara de repente a la Argentina y escuchara a Cristina hablar, pensaría que solo gobierna desde hace unos meses y que la antecedió un corruptísimo mandatario.
"No esperen de esta Presidenta la foto o el discurso fácil", aseguró con inusual firmeza en su voz. ¿Cómo debe llamarse entonces a su alocución de esta tarde?
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