Magnetto, Boldt, bingos, Macri, La Nación, España, Anses, etc. En su errática conferencia de prensa —insólitamente sin preguntas permitidas a los periodistas— Amado Boudou habló de todo menos del allanamiento que este jueves llevó adelante la justicia sobre un inmueble a su nombre ubicado en Puerto Madero.
En medio de una elocuente soledad, sin funcionarios a su lado, el Vicepresidente habló en el Congreso de la Nación y demostró que está más comprometido de lo que se creía. En lugar de ensayar alguna defensa, se dedicó a atacar, criticar y apretar a diversos actores de una trama que ni él cree que sea real. Si así fuera, desbancaría a los más reputados best sellers de la historia de la ficción.
Es que, según Boudou, su desgracia no se debe a los hechos de corrupción que lo involucran, sino a un entramado que "hilvana" a Clarín, Macri, Scioli, Boldt, y hasta a la Bolsa de Comercio. Imposible de creer.
Por el contrario, el vice jamás dio explicaciones respecto de las acusaciones en su contra ni por el procedimiento judicial que ayer se hizo sobre su departamento. ¿Habrá temido meter la pata como suele hacerlo cada vez que habla?
Una de las pocas frases que pronunció en su favor fue desacertada: "No llevé adelante ninguna acción para favorecer a la empresa Ciccone", aseguró, olvidando que ello ha sido desmentido por los propios hechos. Una nota enviada oportunamente a la AFIP, donde mostró interés por esa firma, refuta sus palabras.
Por más que intentó explicar que se trató de un procedimiento usual, difícilmente el vicepresidente pueda justificar por qué fue la primera y única vez que intercedió en favor de una empresa privada.
El ataque de Boudou no tuvo miramientos ni límites: por caso, en un gesto que sorprendió a propios y ajenos, embistió duramente contra el juez Daniel Rafecas, a quien sindicó como "esbirro de la mafia". ¿Olvidó el funcionario que fue el gobierno de los Kirchner el que lo puso en su cargo al frente de la Justicia Federal?
No conforme con denostarlo, el Vicepresidente apretó indirectamente al juez al recordarle que fue él quien permitió que un narco serbio llamado Dragoslav Ilic pudiera salir de prisión para ser parte de una fiesta que generó fuerte polémica. No fue casual: en el escritorio de Boudou reposa una carpeta donde se asegura que Rafecas le habría cobrado dos millones de dólares al mismo narcotraficante que liberó de manera temporal.
Por si no hubiera sido suficientemente claro el mensaje —el apriete en realidad—, el funcionario insistió en su ataque al mencionar que el magistrado sabe enviar mensajes de texto a diversos periodistas, anticipándoles sus movidas judiciales. ¿Cómo sabe este dato Boudou? ¿Se lo aportó la siempre oscura Secretaría de Inteligencia?
Hay que decir que la apresurada conferencia del vice tiene una razón de ser: Rafecas dio con la tecla al allanar el inmueble ubicado en el piso 25 de la calle Juana Manso 740. Jamás Boudou pensó que en un departamento que estaba desocupado a la Justicia se le ocurriría llevarse dos teléfonos inalámbricos e indagar sobre el pago de expensas del mismo lugar. Ello explica la inesperada sobreactuación del funcionario.
¿Qué ocurriría si al juez se le ocurre llevar adelante un peritaje de las comunicaciones punto a punto que surgen de los aparatos telefónicos secuestrados? ¿Qué pasaría si se descubre que el inquilino de Boudou es Alejandro Vandenbroele y no el fantasmal Fabián Donoso Donatiello?
En realidad, se trata de algo más que preguntas retóricas. Son parte de las sospechas que Rafecas ostenta en estas horas y que ha transmitido al fiscal Carlos Rívolo, con quien comparte la investigación de marras. A este último, el magistrado le aseguró que avanzaría hasta donde fuera necesario, siempre y cuando aparecieran evidencias de peso. Eso es lo que ocurrió ayer en el allanamiento ad hoc.
Ahora, al acusarlo de "esbirro de la mafia", Boudou ha dado un insospechado impulso a Rafecas para que investigue con más ahinco y, por qué no, con más independencia.
Sin embargo, no es lo más desacertado que ha hecho el vice: al atacar a la empresa Boldt, abrió la puerta a un tópico que hasta ahora no fue debidamente desmenuzado por los medios.
Es el que tiene que ver con lo ocurrido en octubre de 2010 cuando José María Nuñez Carmona, otro de los presuntos testaferros de Boudou, se encontró en el hotel Caesar Park con el director de Asuntos Públicos de la empresa Boldt, Guillermo Gabella. Junto a ellos se sentó el sciolista Lautaro Mauro, gestor del encuentro.
Allí, según este último les juró a Rafecas y Rívolo, Núñez Carmona lo habría presionado para que le entregara la planta de Ciccone Calcográfica que su empresa había alquilado poco antes por el término un año. "Represento a las máximas autoridades del gobierno nacional", jura Gabella que le dijo el socio de Boudou como toda justificación. Acto seguido, le dio las buenas nuevas —malas para él—: "Compramos Ciccone".
Que se conozcan los detalles de esa trama no le conviene a la firma Boldt, pero menos aún al Vicepresidente. ¿Qué ocurrirá cuando se conozca el resultado del peritaje que Rafecas ordenó efectuar ayer mismo sobre los celulares de Núñez Carmona, Gabella y Lautaro Mauro? ¿Cree realmente Boudou que se mantendrá un pacto de silencio por el cual aún nadie ha desembolsado un solo centavo?
En fin, no ha sido una buena idea la conferencia que ha brindado Boudou —presumiblemente por orden de Cristina Kirchner—, ya que ha forzado a que la agenda de los medios insista en referirse al escándalo que lo involucra. Mal que le pese, cuanto más escarba el periodismo, más contradicciones lo complican.
Por suerte para él, aún nadie se ha detenido en un punto, el más neurálgico para sus intereses: el que tiene que ver con su propio patrimonio. ¿Qué sucedería si a alguien se le ocurre hurgar sobre los bienes que tenía en el año 2003 y compararlos con los que hoy ostenta? ¿Qué explicación daría si se le preguntara cómo logró crecer tanto en tan poco tiempo, solo con su salario derivado de la función pública?
Aunque el vice se encargó de armar sociedades de diversa índole tanto en la Argentina como en Uruguay —con una paciencia envidiable— a efectos de despistar al más despierto, se ha equivocado en un punto: ha colocado a los mismos socios en todas ellas (a ese respecto debe prestarse especial atención a la marplatense Sandra Viviana Rizzo). Ello permite que cualquiera que tire de la punta del ovillo pueda averiguar toda la trama de negocios que lo involucran.
Boudou sabe que ese monstruo podría poner en jaque sus días como funcionario público y su futuro como referente político.
Lo que parece desconocer es que acaba de despertar a esa misma bestia.