La primera vez que supe de la existencia de Cristina Kirchner fue en el año 1999, cuando ella presidía la Comisión Bicameral Especial de Seguimiento de los Atentados a la Embajada de Israel y la AMIA y yo los investigaba para el libro que años más tarde publicaría junto a mi amigo y colega Fernando Paolella (1).
En esos días, la hoy Presidenta de la Nación aseguraba a viva voz que la verdad detrás de las explosiones ocurridas en Buenos Aires estaba relacionada con la fantasmal “pista Siria”, una trama a la que escapaban entonces jueces, fiscales y funcionarios del menemismo. “La pista iraní es una mentira total”, decía Cristina en esos días.
No se equivocaba: la evidencia que aparece por doquier en el expediente apunta a personajes sirios, como Alberto Kanoore Edul, Nasiff Hadad, Monzer Al Kassar y hasta el desaparecido Alfredo Yabrán. Existe incluso la “factura” de la bomba que explotó en la AMIA y otros documentos igual de reveladores.
Sin embargo, todos los esfuerzos confluyeron en ocultar esa línea de investigación. El propio Carlos Menem, hay que decirlo, pidió a sus funcionarios el mismísimo 18 de julio de 1994 que no se investigara “a ningún ciudadano sirio”.
Si el ex mandatario riojano hubiera permitido que se avanzara en esa pista, se hubiera descubierto que los atentados estaban íntimamente relacionados con la recolección de fondos para su propia campaña presidencial a fines de los años 80.
A cambio de unos cuantos millones de dólares, Menem prometió tecnología nuclear y permisividad a la hora de blanquear dinero del narcotráfico al entonces presidente sirio Haffez Al Assad. Ese interesante intercambio ocurrió en Damasco y me fue confirmado por tres fuentes independientes: el ex embajador Oscar Spinosa Melo, el entonces ministro Domingo Cavallo y el otrora recaudador de campaña Mario Rotundo.
A pesar de los millones recibidos, Menem jamás cumplió con sus promesas, lo cual dio impulso a los atentados que sembraron terror en la Argentina. Se insiste: hay prueba de sobra en el expediente que supo instruir Juan José Galeano y que pasó a manos de su colega Ariel Lijo.
Cristina conoce profundamente la evidencia existente sobre la pista Siria: no casualmente, ella fue una de sus principales propulsoras. No obstante ello, algo cambió en el año 2003 luego de viajar a EEUU acompañando a su esposo, el flamante Presidente de la Nación, Néstor Kirchner. A su regresó, se convirtió en la principal difusora de la pista iraní.
¿Qué pasó en el medio? Nadie lo sabe con precisión, pero es probable que la hayan convencido los lobistas que se encuentran detrás de los mismos intereses norteamericanos e israelíes que buscan que no se investigue a Siria. Por si hace falta mencionarlo, hay jugosos negocios de por medio y estratégicos acuerdos de paz en ciernes, suficientemente elocuentes como para ocultar la verdad.
Mientras las mentiras persisten, los familiares de las víctimas de ambos atentados aún esperan que se haga justicia. Lamentablemente, a ningún funcionario parece interesarle la lucha que estos llevan adelante.
Eso sí, nadie duda en mencionarlos con nombre y apellido cuando necesita una excusa para hacer demagogia de la más barata.
Christian Sanz
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(1) Se trata de AMIA, la gran mentira oficial, publicado en el año 2007