La noticia se conoció temprano este jueves y conmocionó a propios y ajenos: de golpe y porrazo, había desaparecido Alfonso Severo, uno de los testigos “estrella” de la causa que investiga la muerte de Mariano Ferreyra.
El hombre supo ser directivo de la firma Ferrobaires y, según fuentes cercanas a él, tenía que brindar un testimonio “súper esclarecedor” en el marco del expediente referido. Nada nuevo en realidad, ya que había dado esa misma manifestación en el año 2010, en la instrucción de la misma causa judicial. Tampoco era clave lo que pudiera decir, ya que solamente apuntaba a un directivo de Ferrobaires y no a la muerte de Ferreyra en sí.
En la noche del miércoles 3 de octubre había ido a visitar a su nieto y a partir de ese momento no se supo más nada sobre su paradero. Horas más tarde, hace instantes en realidad, fue encontrado en Avellaneda luego de que se presentara en una remisería jurando haber sido secuestrado y golpeado.
La imagen refirió inmediatamente a otra situación similar, la de la sospechosa desaparición y reaparición de Luis Gerez ocurrida a fines del año 2006. En esos días, los escenarios eran similares y el kirchnerismo, al igual que en estas horas, necesitaba desviar la atención de la sociedad. “El testigo en cuestión (Geréz), había vuelto al mundo de los vivos sin camisa, corriendo y aparentemente con signos de haber sufrido torturas en un descampado de Garín”, según la crónica de TDP de esos días.
Y ahí es donde aparecen las dudas más elocuentes: ¿Por qué alguien decidiría secuestrar a Severo, siendo que no se trataba del testigo más relevante del expediente Ferreyra? ¿Cuál sería la utilidad siendo que ya había declarado todo lo que sabía, lo cual consta en la causa judicial de marras?
Nadie se explica, por caso, cómo es que Severo no pidió protección personal siendo que lo venían amenazando durante los últimos tres días, de acuerdo a lo asegurado por su hijo. El propio ministro de Justicia, Julio Alak, admitió que nunca solicitó el ferroviario la inclusión al programa de protección de testigos. En tal sentido, ¿por qué el abogado del PO, Gabriel Solano, aseguró que no le constaba que Severo sufriera amenazas personales?
El mismo dirigente, uno de los principales actores en el expediente Ferreyra, aseguró desconocer —al igual que otros referentes del PO— mayores detalles sobre el supuesto secuestrado. Ciertamente, su declaración es atípica, ya que Severo es el único testigo que no estuvo en la marcha donde murió Ferreyra.
Su testimonio, hay que decirlo, es curioso por demás, ya que se dio a la par de la acusación oficial contra un ex funcionario del duhaldismo llamado Alberto Trezza, un oscuro empresario vinculado en su momento a Ferrobaires.
La cronología de lo ocurrido es revelador y debe prestarse atención a ella: un día después del asesinato de Mariano Ferreyra, el 21 de octubre de 2010, cuando aún no existían elementos para acusar a nadie en particular, el polémico Luis D'Elía aseguró que el grupo que mató al manifestante del PO había sido liderado “por un ex funcionario de Duhalde al que un ex directivo de trenes también vinculó con las patotas armadas". Hablaba de Trezza.
Acto seguido, apareció Severo en el oficialista canal CN23 para decir exactamente lo mismo. "Alberto Trezza encabezaba con Eduardo Duhalde la Unión Ferroviaria", aseguró en esas horas, relacionando al ex presidente en el mismo hecho, algo que aún hoy no consta en el expediente.
Entonces agregó un dato crucial: Trezza no solo estaba relacionado con la muerte de Ferreyra y encabezaba "las patotas armadas de la Unión Ferroviaria", sino que también había baleado su casa. Lo insólito es que esto último ocurrió al mismo tiempo que asesinaban al activista del PO. ¿Cómo es posible que los que atentaron contra Severo lo hicieran antes de que él los denunciara?
Cuando le preguntaron si conocía a sus agresores, se excusó: "Estos muchachos se equivocaron porque pensaron que íbamos a dar sus nombres. Nosotros vamos a ir a dar los nombres si nos cita la Presidenta o al gobernador Daniel Scioli”, aclaró. Hasta el día de hoy, no ha mencionado a uno solo de ellos.
Suspicacias y algo más
No deja de llamar la atención que el supuesto secuestro de Severo ocurra justo en medio del incontrolable conflicto que encabezan la Gendarmería y la Prefectura por la mejora de sus salarios. ¿No es sintomático a ese respecto que siempre desaparezcan y reaparezcan testigos cuando el kirchnerismo está en medio de algún conflicto irresoluble? ¿Es esta la excepción o la regla?
Durante todo este jueves, Tribuna de Periodistas se abstuvo de publicar alguna información respecto a Severo sin antes chequear algunos datos que aparecían como contradictorios en la trama. Por caso, se consultaron la mayor cantidad de fuentes posible antes de hacerlo. Todas coincidieron en descreer la historia del secuestro, con elementos de manual.
Uno de los informantes, mediático perito que sabe colaborar con la Policía de la Provincia de Buenos Aires, dijo sin medias tintas: “Yo seguí de cerca el testimonio de Severo y no fue nada esclarecedor del asesinato de Ferreyra, a mí me huele más a una interna entre ferroviarios o a un pase de factura a pedido de terceros que a otra cosa.”
Efectivamente, las insistentes acusaciones del supuesto secuestrado contra Trezza y Duhalde —dos impresentables, dicho sea de paso— se dieron en un marco de fuerte enfrentamiento entre los Kirchner y el ex presidente “de facto”. Hay que decir a ese respecto que, una semana después de esos señalamientos, moría Néstor y se evaporaba al mismo tiempo la imagen de Duhalde.
La acusación también se dio en el marco de una sospechosa operación a través de la cual el fantasmal Trezza quiso birlarle un negocio millonario a La Cámpora: el manejo de las rampas de carga y descarga de aeronaves a través de Intercargo. Paradójicamente, se trata un jugoso emprendimiento que supo manejar el extinto Alfredo Yabrán.
Las dudas se multiplican al paso de las horas, y llegan hasta el corazón del oficialismo. Es que otra de las fuentes, un altísimo funcionario de la Secretaría de Comunicación Pública, advirtió a este medio las dudas oficiales: “¿Te lo digo así, crudamente? Dudamos del secuestro. Creemos que esto lo armó (Severo) para zafar de tener que declarar nuevamente, con datos que no aportaron gran cosa”.
¿Será como dice la fuente o lo habrá dicho para desvincular al Gobierno de cualquier sospecha? Teniendo en cuenta que se trata de un funcionario que se hizo célebre por inventar oportunas “cortinas de humo” en otros casos resonantes, la duda cobra relevancia.
Como sea, las incógnitas se suman minuto a minuto: ¿Cómo se entiende que Severo haya aparecido cerca de su propio domicilio, en Gerli? ¿Quién se toma el trabajo de secuestrar a una persona para mantenerla cautiva en el radio de su propia localidad? ¿Cómo es posible que no haya un solo testigo del secuestro? ¿Por qué se dijo que Severo estaba golpeado, algo que claramente era falso? ¿Por qué en su primera declaración pública remarcó que lo sucedido era un "mensaje" a Cristina Kirchner?
Más dudas: ¿Es casual que hubiera una cronista de la TV Pública en la cercanía del sitio donde apareció Severo? La imagen es similar a la que se vivió cuando reapareció el mencionado Geréz, con la oportuna aparición de un móvil de Canal 7 y todo.
La historia es demasiado parecida, tanto que preocupa. No por la posibilidad de que alguien pueda ser secuestrado a plena luz del día —cuestión que no deja de ser aterradora—, sino por la facilidad con la que unos pocos vivos se ríen en la cara de toda una sociedad que ostentó preocupación por ellos.
Christian Sanz
Seguir a @CeSanz1