Juan Manuel Abal Medina es una suerte de talibán del kirchnerismo, la espada principal del oficialismo a la hora de defender la gestión de Cristina y, en su momento, de Néstor.
Con gran inventiva —y no menos polémica—, medidas de gobierno de lo más cuestionables han sido justificadas por el Jefe de Gabinete de Ministros de la Nación, incluyendo los fenecidos intentos de re-reelección de la actual Presidenta, lesivos estos del más básico republicanismo.
Sin embargo, no siempre Abal Medina pensó de la misma manera. Por caso, el 17 de abril de 2002 publicó un extenso análisis titulado “Hay que refundar el sistema político”, donde explicó sin medias vueltas que, para mejorar el sistema político argentino, “se requiere poner límites a las reelecciones en Ejecutivos y Legislativos, obligando así a los políticos a vivir de la misma manera que sus representados durante períodos importantes”.
Para que no queden dudas respecto al espíritu de sus palabras, el Jefe de Gabinete agregó que “debe cambiarse un presidencialismo que ha demostrado su fracaso”. En el mismo sentido, Abal Medina habló de “crear un diseño institucional que mejore la representación popular, la eficacia gubernamental y la participación ciudadana”.
Y el funcionario fue más allá aún al proponer una institución que hoy podría denominarse “revolucionaria”: “Por ser nuestro país federal podría constituirse un Consejo de Gobernadores con facultades legislativas, mucho más lógico que el actual sistema en el que los senadores esperan la reunión de los gobernadores para saber qué deben votar”.
Hoy, a la vista de lo que ha demostrado ser el kirchnerismo en su esencia, todo lo escrito por Abal Medina ha revelado haber caído en saco roto. ¿Dónde quedaron esas “buenas intenciones”? ¿Cómo conciliar esos viejos deseos con estos nuevos-perversos dogmas?
Sería interesante que el Jefe de Gabinete explicara por qué y cómo cambió su estructura de pensamiento en tan poco tiempo. De la misma manera, no estaría mal que dijera por qué decidió elegir en esos días a diario Clarín para publicar su columna, medio al que hoy denuesta sin piedad.
Si no lo hace, pasará a ser otro de los funcionarios del kirchnerismo cuyo pasado ha mostrado contrastar —y contradecirse— con su presente. Es lo mismo que les pasó a Aníbal Fernández, Oscar Parrilli, Nilda Garré, Miguel Pichetto y tantos otros.
Todos ellos supieron militar en las lides del menemismo, la Alianza, el duhaldismo y, ahora, el kirchnerismo. A pesar de ello, ninguno brindó jamás las explicaciones del caso por sus propias contradicciones, aunque no por eso sus incongruencias han dejado de existir.
Mucho podría decirse al respecto, pero hay una cuestión que debe destacarse por sobre todo lo demás: la de la contradicción es la cara más descriptiva del sistema político partidario argentino.
Christian Sanz
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