El caso Ángeles Rawson no será recordado como un hecho policial más, sino quizás como el de las frases más crípticas y lacónicas de la historia criminalística.
“Hay que esperar”, dijo Franklin Rawson en las últimas horas, cuando un periodista de diario Perfil le preguntó por la eventual culpabilidad del encargado del edificio, Jorge Mangeri.
En tono similar, opinó Miguel Ángel Pierri, abogado del portero: “Esta causa es muy particular porque no tiene testigos, ni móvil, ni escena del crimen”. A su vez le agregó más misterio al mencionar que “es muy difícil que el hecho haya sido cometido por un sólo hombre”.
¿Qué quiere decir entre líneas Pierri? ¿Sabe algo que no se atreve a mencionar o solo especula?
En las próximas horas, parte del misterio que rodea a ese expediente, será develado. Será cuando se conozca el resultado de los peritajes realizados al cuerpo de Ángeles, a la cuerda que la tenía atada y al automóvil de Mangeri.
A ello debe sumarse el estudio de las celdas del celular que tenía la joven el día que desapareció. Esto último permitirá conocer los movimientos que pudo haber hecho la víctima justo antes de ser asesinada.
Mientras ello ocurre, Pierri insiste en desconfiar de la historia oficial. “El encargado nunca se autoincriminó”, dijo en las últimas horas, tirando por tierra el informe de la fiscal Paula Asaro, que supo reflejar la célebre —supuesta— frase de Mangeri: “Soy el responsable de lo que pasó en Ravignani 2360 ".
Al igual que gran parte de la sociedad, el abogado se pregunta: ¿Pudo un hombre de pocas luces haber pronunciado una oración tan perfectamente estudiada? A su vez, otra duda ronda por su cabeza: ¿Pudo la fiscal del expediente “cerrar filas” sobre el portero solo basándose en esas erráticas palabras?
No son pocos los juristas que han puesto en duda la efectividad autoincriminatoria de esos términos. ¿Sirve como confesión una frase que no menciona siquiera a la víctima y que no habla de crimen alguno?
Al igual que el padre de Ángeles, Pierri desconfía de la protección que ostentan el padrastro de la adolescente y su madre —la cual persiste hasta el día de hoy— por parte del Ministerio de Seguridad de la Nación.
También despierta dudas el papel de Dominga Trinidad Torres, la empleada doméstica de la familia, que jura no haber escuchado nada de lo sucedido. Ello a pesar de que se cree que la escena del crimen comenzó a desarrollarse en la planta baja del edificio de Ravignani, a metros de la puerta donde vivía Ángeles.
Debe sumarse a todo ello, lo que dijo el propio Mangeri a sus once compañeros de celda en Ezeiza: “Soy inocente y me han amenazado para que diga lo que dije”.
Como se dijo, esta semana será de revelaciones y nuevas confesiones. Pierri sabe más de lo que ha dicho hasta ahora y está dispuesto a presionar al más alto nivel para descorrer el velo de lo que es para él “la real trama”.
Tal cual ha dicho el abogado a sus allegados esta semana, se trata de uno de los casos más interesantes que le tocó encabezar en toda su carrera profesional.
¿Habrá que ir alquilando balcones?
Christian Sanz
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