Apenas son comicios legislativos, solo eso. No deberían generar mayor motivación o inquietud, nada relevante debería suceder luego de esta noche.
Sin embargo, los candidatos hablan como si se definiera la elección del nuevo presidente de la Nación, incluso en sus spots de campaña. ¿Realmente cree alguien que los referentes de marras podrán cumplir todo lo que han prometido? ¿Alguien lo pensó siquiera dos minutos?
Las legislativas de hoy no son algo menor, es cierto. Pero no definen más que eso: legisladores.
No obstante, hay quienes preparan ya mismo sus campañas presidenciales de cara a 2015, las cuales serán inauguradas esta semana con profusa ansiedad. ¿Hace falta mencionar quién es el principal candidato a ponerse la camiseta de sucesor?
Mientras esto ocurre, el hematoma subdural le vino de maravillas a Cristina Kirchner, quien ha encontrado un motivo más que valedero para justificar su ausencia en el poder, en el marco de los dos años más críticos que deberá enfrentar la Argentina.
No obstante, el Tsunami perfecto para la presidenta no provendrá de las urnas, sino más bien de la Justicia. Es que media docena de magistrados federales se aprestan a resucitar causas judiciales que parecían fenecidas y que comprometen a relevantes funcionarios del Ejecutivo nacional.
La primera víctima sería Amado Boudou, quien se encuentra jaqueado por dos expedientes que han acumulado la suficiente cantidad de evidencia como para llamarlo a indagatoria y, eventualmente, procesarlo.
La misma suerte le esperaría al jefe del Ejército, César Milani, quien está siendo investigado por supuesto enriquecimiento ilícito. ¿Cómo escapar de la independencia que ha arropado repentinamente a jueces otrora adictos al poder?
Nadie en el kirchnerismo ha encontrado aún la respuesta a esa incógnita. “Es probable que se logren estirar algunas semanas los procesamientos que vienen, pero no mucho más que eso”, dijo a este medio un secretario de primera línea del Ejecutivo.
Hay que decirlo: los magistrados se han vuelto impermeables a las presiones de Casa de Gobierno. Al menos seis de ellos se reunieron con Sergio Massa luego de las PASO del 11 de agosto a efectos de pedirle apoyo concreto. A cambio, ellos prometieron acompañar el proyecto del Frente Renovador.
El dato no lo desconoce el oficialismo, y eso potencia el resquemor que se vive en estas horas. Por las dudas, Cristina intenta negociar un límite: todo es investigable, menos sus cuentas en Suiza. Ya Néstor Kirchner había negociado ese mismo pacto con Carlos Menem, a quien el gobierno ayudó a esconder sus propios dineros helvéticos. Ese acuerdo le costó su cargo al ex ministro de Justicia, Gustavo Béliz.
Hoy la presidenta ostenta ese temor, no ya virtual sino real. ¿Qué pasaría si la Justicia hurgara en el derrotero de esos dineros? ¿Cómo explicar los finos vínculos que unen la cuenta personal de la mandataria con los fondos de Santa Cruz, fugados del país en 1993?
Y hay más preguntas incómodas, que Cristina quiere esquivar: ¿Es casualidad que los nombres de aquellos que manejaron los fondos que recalaron en Suiza estén relacionados con el narcotráfico y el lavado de dinero, como Eduardo Cafaro y Aldo Ducler? ¿Cómo explicar que esos mismos rastros se vinculan hoy con Lázaro Báez en Panamá y rozan al malogrado Cartel de Juárez mexicano?
La mera posibilidad de que ello pudiera develarse, le quita el sueño a la jefa de Estado, sobre todo porque también aparecen las mismas huellas dactilares en los aportes de su campaña en el año 2007.
Como puede verse, no solo lo político debe incomodar a Cristina a y sus ministros partir de mañana. El peor batacazo, tal vez pueda darse a nivel judicial.
Christian Sanz
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