Contra los pronósticos de puntuales funcionarios que aseguraron que no habría cambios en el gabinete de Cristina Kirchner —Amado Boudou estuvo a la cabeza de esas proclamas—, Cristina Kirchner decidió un curioso enroque de funcionarios de primera línea del Ejecutivo.
Aunque no parezca, esas modificaciones ministeriales, denotan mucho más de lo que parece. No es casual que solo se haya avanzado en carteras específicas y no en otras. ¿Cómo calificar la gestión de Juan Manuel Abal Medina, sino como un completo fracaso luego de esta repentina eyección? Según la presidenta, el ahora ex jefe de Gabinete jamás logró conciliar —y eventualmente armonizar— la relación entre los gobernadores y la Casa Rosada.
A ese respecto, no fue casual la elección de Jorge Capitanich Popovich, a la sazón gobernador de Chaco. Se trata de uno de los pocos “animales políticos” que conservan buen diálogo, no solo con sus colegas de otras provincias, sino también con sindicatos, empresarios y “la crema y nata” del peronismo. Una curiosidad: Capitanich supo ostentar el mismo cargo durante el mandato interino de Eduardo Duhalde en el año 2002.
Algo similar ocurre con Mercedes Marcó del Pont, a quien Cristina siempre acusó de no haber podido parar la hemorragia de reservas del Banco Central de la República Argentina. Su sillón será ocupado a partir de ahora por Juan Carlos Fábrega, actual director del Banco Nación. Se trata de un desdibujado técnico de carrera, que empezó como ordenanza y culminó siendo directivo de esa entidad. Poco más que un “cuatro de copas”.
El nombramiento le llega como anillo al dedo, ya que la Justicia había empezado a poner la lupa sobre su persona luego de que se descubriera que otorgó un inconveniente rescate financiero a las empresas de Lázaro Báez — Austral Construcciones y Kank y Costilla — a través del siempre polémico Leonardo Fariña.
Ninguna sorpresa, en realidad, sino tibios cambios que estaban previstos antes de que Cristina fuera intervenida y debiera reposar forzadamente. Por caso, la designación de Axel Kicillof como ministro de Economía es apenas un blanqueo de algo que se daba ya en los hechos. ¿Cómo tomarán su designación los mercados? Mañana mismo se sabrá.
Por lo pronto, su elección suena a acuerdo salomónico: por un lado, un peronista puro como Capitanich; por el otro, un camporista como Kicillof. Una duda: ¿Será casual que su designación coincida con ciertos cambios en el Código Civil y Comercial que cuestionan la propiedad privada? Solo una duda.
Como sea, su llegada a Economía también configura la evidencia cruel de que Hernán Lorenzino no funcionó como jefe del palacio de Hacienda. Otra curiosidad: se trata de otro hombre del riñón del Boudou que muerde el polvo.
Su destino, como el de todos aquellos que merecen apenas una medalla, será el de jefe de reestructuración de la deuda externa o embajador ante la Unión Europea.
El único cambio que sorprendió es el de la cartera de Agricultura, a cargo ahora del titular del INTA, el ingeniero agrónomo Carlos Casamiquela. Es un técnico de carrera cuya única razón de ser es reemplazar al fusible que deja vacante Norberto Yahuar.
Otro tópico que llamó la atención es la permanencia de Guillermo Moreno en su cargo, al frente de la Secretaría de Comercio Interior. ¿De qué cambios se puede jactar Cristina si no relevó de su cargo al funcionario más cuestionado de su gobierno?
La reforma del gabinete que impulsó hoy la jefa de Estado suena a oportunismo, una mera respuesta frente a la adversidad de los resultados de las últimas elecciones legislativas. ¿No era ya Kicillof el virtual jefe de Economía? ¿Alguien cree que Capitanich tendrá más poder que el que tuvo Abal Medina?
En fin, Cristina puede hacer y decir lo que quiera, pero jamás debe olvidar una cuestión: la gente mastica vidrio, pero no lo traga.
Christian Sanz
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