La calle Independencia en Las Heras, Mendoza, es la postal del infierno, pero también de la desconfianza. Las miradas se cruzan y todos desconfían de todos.
La policía llega por San Martín, pero es tarde: ya saquearon la caja registradora del emblemático supermercado Átomo. No se trata de saquear, sino de robar. Nada de mercadería ha sido sustraída.
Los malvivientes se dirigen al próximo comercio, esta vez sí van a saquearlo. Lo hacen con una eficacia imposible. Quedó “limpio” de todo producto.
La policía llega por Olascoaga, pero también lo hace tarde. La imagen es puro estupor, los comerciantes se agarran la cabeza al tiempo que bajan sus persianas. Nadie quiere ser “el próximo”.
La tercera es la vencida: los uniformados logran hacer zafar al tercer Átomo, pero los otros dos no lo lograron. En uno fue saqueo, en el otro simplemente un robo. La calle Independencia parece ser la elegida este ingrato lunes.
Llega el momento de dispersarse. Los grupos empiezan a hacerse visibles en las esquinas de El Plumerillo, todos a la espera del mejor momento para actuar. Cual depredadores que se preparan para atacar a su presa.
La policía no es ajena a la situación, cada vez más y más uniformados se hacen presentes en el lugar. Parece un film de Quentin Tarantino, solo que acá no hay final feliz.
No solo el Átomo es cubierto por policías: tibiamente el Vea también es cercado por unos pocos policías. “Esperemos que no se arme quilombo. No podemos pararlos si viene una turba de gente”, confiesa a este periodista un joven uniformado con la voz casi quebrada.
La gente se sigue agolpando, pero no todos son saqueadores. La mayoría son curiosos. “Qué pena que por unos pocos después nos vean a todos como delincuentes”, vocifera una mujer mayor que pasea con su nieta. En realidad, no son “unos pocos”, sino “unos muchos”.
Son tipos que juegan al desgaste con la policía. Se miran unos a otros, buenos contra malos. Malos contra malos. El que se va primero, pierde.
Se va escapando el día y lo único que llama la atención dentro del panorama de saqueadores y uniformados son unas cubiertas que empiezan a arder en medio del infierno. ¿Dónde si no?
Este cronista estuvo allí, lo vivió en primera persona. Nada de trascendidos o rumores. El saqueo llegó a Mendoza, de la peor manera. Pasen y vean...