Cristina Kirchner habla, pero en verdad no dice nada acerca de los problemas que inquietan a la ciudadanía. Anuncia apenas un plan que parece extemporáneo y contradictorio, destinado a jóvenes que no estudian ni trabajan.
¿Y la inflación, la inseguridad, el dólar? De eso no se habla.
La gran “promesa blanca” que parecía ser Jorge Capitanich se esfumó luego de ser desautorizado en media docena de oportunidades. Lo mismo le sucedió al mandamás de la AFIP, el enriquecido Ricardo Echegaray, quien fue desmentido en menos de 24 horas por el imberbe ministro de Economía, Axel Kicillof, respecto a un eventual cambio en el impuesto a los bienes personales.
Todos se mueven al ritmo de una espiral que ni ellos mismos entienden. Un día dicen una cosa, y al otro lo contrario. Con una liviandad que abruma y preocupa.
A su vez, niegan los principales problemas de la Argentina, como la inflación y la inseguridad. ¿Cómo curar una patología si se niegan sus síntomas? Peor aún: ¿Cómo combatir una enfermedad si se niega su existencia?
El gobierno de los Kirchner tuvo siempre esa lógica perversa de negación. Como si las cosas se resolvieran por sí solas con el pasar del tiempo. Pero no, en lugar de curarse, la bacteria se expande si no se le aplica un oportuno antibiótico.
Durante más de diez años, el kirchnerismo se dedicó a saquear las arcas públicas y usurpar los negocios privados más rentables del país. Todo ello embanderado en una falsa bandera de derechos humanos y progresismo partidario.
De esa manera, el patrimonio de Cristina logró escalar 3.540% en solo nueve años, como reveló Tribuna de Periodistas.
La ciudadanía supo mirar para otro lado, gracias a que la economía marchaba más o menos de manera ordenada.
Sin embargo, en estos días de desazón financiera, creciente inseguridad e inflación imparable, la misma sociedad se muestra intolerante frente a la corrupción.
Es un síntoma que empeorará en febrero, de cara a las negociaciones paritarias y terminará de estallar un mes más tarde, cuando se acaben las siempre complacientes vacaciones.
Los días que vienen no serán nada gratos. Por lo pronto, los grupos que otrora supieron organizar marchas y cacerolazos han comenzado a agruparse nuevamente en vista de los “idus de marzo”.
Ciertamente, no se trata de una postal nueva. No obstante, no deja de preocupar.
Christian Sanz
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