Pepe era un periodista de raza, de esos que ya casi no quedan. Formado por su cuenta, a través de su propio trabajo profesional.
Nació a fines de mayo de 1945 y, a diferencia de otros que cambiaron sus apellidos, Pepe se enorgullecía de ser nieto de inmigrantes judíos provenientes de Podolia y Kishinev. El pecho aún más se le inflaba cuando contaba que sus abuelos habían arribado al país huyendo de criminales pogromos zaristas.
Orgulloso de haber sido “hijo” de la educación pública, abrazó la izquierda luego de su paso por el célebre Nacional Buenos Aires.
Coherente hasta el tuétano, Pepe debió tramitar un rápido exilio a Venezuela en 1974 luego de que insípidos matones de la Triple A lo amenazaran de muerte.
Recién volvió al país en 1982, después de haber recalado en México como parte del mismo auto-destierro.
A partir de entonces, su carrera no paró de despuntar, haciendo de su nombre una marca de periodismo honesto e inteligente.
Gracias a ello, logró ser docente en la prestigiosa Universidad de Buenos Aires. Aún hoy sus ex alumnos recuerdan su severidad, tanto como su apego por el conocimiento.
Ciertamente, Pepe había fantaseado con ser arquitecto, vocación que fue truncada por su “absoluta ineptitud para la matemática” como él mismo diría una y otra vez.
Muchos festejamos ese desconocimiento porque, finalmente, se hubiera perdido un gran periodista. Prueba de su calidad profesional lo dan los 20 años ininterrumpidos de su programa “Esto que pasa”, desde 1985 hasta 2005, cuando fue censurado por el kirchnerismo.
El propio Pepe lo contó así: “El programa es levantado el 30 de diciembre de 2005, a las ocho y cinco de la noche, sin darme siquiera la posibilidad de despedirme de mis oyentes y dos semanas después de haber cumplido veinte años ininterrumpidos en el aire. Néstor Kirchner había dado la orden que terminaran con el programa”.
Fue uno de los peores momentos de su vida, que sintió como un fracaso y volcó en un impecable libro titulado Lista Negra.
Nunca lo conocí personalmente, pero tuve el honor de que me entrevistara media docena de veces, en diferentes etapas de su vida; y de la mía. Fue entre los denostados 90 y los idus del kirchnerismo, pasando por la Alianza y el fugaz duhaldismo.
Siempre sabía qué preguntar y cómo hacerlo, con una corrección imposible. Con mesura y respecto podía poner en aprietos al más preparado. Y sabía cómo dejar en evidencia las contradicciones del poder.
Pepe fue muchas cosas, pero sobre todo un gran conocedor de lo que es el periodismo. Un verdadero animal, en el mejor sentido de la palabra.
Se extrañará su presencia, siempre destacada, ya sea en la gráfica o en la radio. También sus notas editoriales, precisas y profundas como el bisturí de un cirujano.
Por todo ello, y mucho más, Pepe dejará un hueco en el mundo de la prensa que nadie, jamás, podrá llenar. No es poco.