De pronto, aparece como la abanderada del republicanismo, la que lleva consigo la voz del pueblo. La única con derecho a representar a los más “desposeídos”.
Frente a ¿cuántos? ¿10 mil personas? ¿20 mil si se quiere? Cristina Kirchner se arroga potestades que no le corresponden. Habla incluso desde un atril tan ficticio como su discurso.
¿Tan fácil se olvida lo que ella y su marido hicieron durante 12 años? ¿A quién puede señalar cuando fue la encargada de espiar y perseguir a todos aquellos que no comulgaban con sus proclamas?
Basta preguntar a jueces, fiscales, periodistas, empresarios. La persecución que hizo Cristina fue atroz y despiadada… exagerada y desproporcionada, desde todo punto de vista. No faltaron en su ataque “carpetazos”, videos indecorosos e incluso la más repudiable injuria a través del “periodismo militante”.
No solo se limitó a los enemigos: lo mismo hizo con sus propios funcionarios; si no hacían lo que les pedían, se los echaba, como le ocurrió a Horacio Rosatti por no querer refrendar sobreprecios en la refacción de cárceles.
Ni hablar del derrotero que le tocó vivir a Gustavo Béliz por enfrentarse al entonces protegido del kirchnerismo, Antonio “Jaime” Stiuso. Se insiste: ¿Eso aplaudían los militantes cuando la escuchaban a Cristina?
¿O festejaban que la Argentina se transformó en un paraíso de narcotraficantes y criminales en los últimos años?
El kirchnerismo ha robado a mansalva, se ha birlado incluso los fondos públicos de Santa Cruz, más de mil millones de dólares de regalías mal liquidadas. La propia Cristina admitió que ella y su marido los sacaron del país y que jamás volvieron. ¿No es una forma elegante de definir el robo?
Los Kirchner nos legaron a los Guillermo Moreno, los Aníbal Fernández, los Ricardo Jaime, los Amado Boudou, etc… ¿acaso eso fueron a aplaudir los seguidores de CFK a Comodoro Py?
No vale la pena detenerse en las palabras de Cristina, siempre cargadas de odio. Lo que para algunos fue un regreso a la política, en realidad fue otra cosa: el intento desesperado de una mujer otrora todopoderosa por no terminar presa.
Y un detalle final: los que fueron a aplaudirla eran menos del 0,1% de la población del país. Todo un síntoma.