Desde que soy periodista tengo un sueño: escribir un libro sobre "el oficio más hermoso del mundo", tal cual definió al trabajo de la prensa el gran maestro Gabriel García Márquez.
He comenzado un millón de veces —una forma de decir— y he abandonado la misma cantidad. La coyuntura jamás me ha permitido avanzar más que un par de pocas páginas, las cuales termino eliminando cuando las releo.
Es realmente ambicioso escribir un libro, y más aún si se trata de una obra sobre periodismo. Hay que dedicarle mucho tiempo, esa sustancia de la cual los hombres de prensa carecemos.
Es que, al igual que los médicos, los periodistas lo somos las 24 horas del día. Las primicias no conocen de horarios y las fuentes de información manejan su propia lógica... y sus tiempos, claro.
Y un dato adicional: cuando uno hace periodismo de investigación, la complicación se multiplica de manera exponencial.
Por eso, decidí hacer un experimento, el cual, como tal, puede fallar. Es su sentido intrínseco, ¿o no? ¿Para qué son los experimentos sino, por definición?
En fin, mi idea es ir escribiendo mi libro sobre periodismo e ir publicando en Internet cada avance que vaya logrando. Como si fueran páginas sueltas de una obra que algún día culminaré.
Tengo claro en mi cabeza qué quiero contar, cómo quiero hacerlo y cuáles serían los capítulos que cabrían allí: metodología de la investigación, fuentes de información, repercusiones jurídicas del trabajo del hombre de prensa, historia del periodismo de denuncia, criterios editoriales y de redacción, géneros periodísticos, análisis del discurso, herramientas tecnológicas y redes sociales, etc. Como dije, está todo en mi cabeza.
Luego, pondría la obra a disposición de los lectores a medida que la voy escribiendo, lo cual me permitirá tres cosas:
1-Devolver con creces al periodismo todo lo que me ha brindado en estos más de veinte años que lo ejerzo como profesional ad hoc.
2-Lograr una buena devolución por parte de quienes lean lo que escribo, para que no falte nada de nada.
3-Hacer algo original, en un universo en el cual todo parece haber sido inventado.
La idea es publicar periódicamente, sin imponerme cantidades de material ni lapsos específicos: lo que surja, cuando surja. Así de simple.
Insisto: puede fallar, como decía Tu Sam, pero haré el intento. Siento que tengo mucho para aportar al periodismo y ya es casi una obligación para mí poder hacerlo.
Muchos pueden suponer que me será sencillo, ya que he escrito ocho libros, pero esto es algo diferente, un terreno pantanoso en el cual pocos se animan a meter sus narices.
Tengo en mi biblioteca más de 60 libros sobre periodismo, los cuales suelo leer una y otra vez. Ciertamente, son los pocos que creo que valen la pena. Encabezan la lista Ryszard Kapuscinski —indispensable a la hora de la formación periodística—, Gabriel García Márquez —maestro de maestros—, Roberto Igarza —el mejor de todos en lo que a periodismo digital respecta—, Alex Grijelmo —indispensable su libro «El estilo del periodista»— y Pepe Rodríguez —uno de los mejores investigadores de todos los tiempos—. Hay otros autores, desde ya, pero mis preferidos son los aquí mencionados.
Sus conceptos los he utilizado cuando me ha tocado ser docente de periodismo en algunas de las mejores escuelas de Buenos Aires. Tuve ese enorme privilegio, por cierto.
Sin embargo, lo más sustancioso, la mayor cantidad de conceptos que he aportado a mis alumnos, provienen de mi propia experiencia personal, producto de mi formación autodidacta, con cientos y cientos de artículos escritos (y los libros ya referidos).
Es lo que me decidió a avanzar en este hermoso experimento, el cual ni siquiera tiene fecha de inicio. O sí. ¿No podría ser acaso este artículo el prólogo de mi ambiciosa obra? ¡Por qué no!
He ido demasiado lejos, lo sé, y sin haber escrito aún una sola línea. He decidido bajar a la Tierra nuevamente, regreso a mi proyecto.
Es hora de pensar cómo enfocarlo y cómo enfocarme. Solo deseo hacer un buen trabajo, para que aquellos que quieran alistarse al "mejor oficio del mundo" puedan hacerlo con las herramientas que hacen falta. Ni más, ni menos.
Todo un trabajo, que espero hacer como corresponde. Me persigno... pronto recuerdo que soy ateo. En fin... allá voy.