Capuchas, palos, piedras, neumáticos en llamas… ¿cómo alguien podría adherir a una protesta semejante? Siquiera alguno recordaba esta mañana por qué ayer protestaban los grupos que se manifestaban en la siempre convulsionada 9 de Julio de la Ciudad de Buenos Aires.
Quebracho, La Cámpora y la Tupac Amaru fueron las agrupaciones que se destacaron en la suspicaz marcha de ayer, todas ellas desprestigiadas a más no poder. “Libertad a Milagro Sala”, decían algunas de las pancartas, abogando por la suerte de la oscura líder jujeña. Nadie recuerda qué más buscaban.
Fernando Esteche, siempre vinculado a la exSIDE, es el mandamás de Quebracho. La Cámpora se dedicó a saquear las arcas del Estado a través de los “favores” del kirchnerismo. Finalmente, la Tupac ha robado millonarios fondos públicos —por eso está presa Nelly Rojas en Mendoza, jefa de la Tupac local— que estaban destinados a la obra pública. Otra vez: ¿Quién podría adherir a las consignas de este tipo de sujetos?
La represión del macrismo fue desmesurada, está claro, pero así y todo la ciudadanía dio su respaldo a la sofocación, movida por el hartazgo de tener que ser rehén de tantos paros y piquetes a diario.
Fuera de ello, la lectura política que hizo el oficialismo fue unívoca: comenzó la campaña camino a octubre. Todos coincidieron en ese diagnóstico. Y enfocaron la mirada hacia un solo lugar: Cristina Kirchner.
¿Quién podría comandar a esos tres movimientos con tanta precisión? ¿A quién supieron responder durante los últimos 15 años? Las respuestas parecen casi obvias.
A ello deben sumarse algunas de las frases que pronunció la expresidenta en su acto de lanzamiento en Sarandí, la semana pasada: “Pongamos la energía en movilizarnos y organizarnos”. “Necesitamos ponerle un límite a este Gobierno”. “No hay que bajar los brazos”. ¿Qué duda cabe respecto de lo que quiso decir Cristina?
En estas horas, como se dijo, en el macrismo están convencidos de que los desmanes fueron pergeñados por la otrora jefa de Estado. Por caso, el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta dijo hace instantes: “Querían generar caos”.
En ese contexto, por primera vez se puso un límite concreto a las protestas. ¿Qué ocurrirá a futuro entonces? ¿Se animarán esas agrupaciones a redoblar la apuesta o se replegarán?
Ambas preguntas carcomen al gobierno, cuyos funcionarios no carecen de nerviosismo por los avatares de la ya arrancada campaña política.
En medio de la usual guerra de encuestas, que ocupa casi todas las horas de los armadores políticos, el macrismo ha activado las alarmas ante el temor de que puedan repetirse los desmanes de ayer. De hecho, Patricia Bullrich, ministra de Seguridad, ya ha sido alertada al respecto.
Ante ese panorama, hay quienes aconsejan cruzar los dedos. Otros, juran que no alcanzará con solo ello.