En una suerte de maratón de detenciones, el juez Claudio Bonadio decidió hoy meter tras las rejas a varios referentes del kirchnerismo por supuesta traición a la patria, ello en el marco de la denuncia que hizo Alberto Nisman en enero de 2015.
En ese contexto, el magistrado dictó el procesamiento y la detención de la expresidenta y actual senadora Cristina Kirchner, previo pedir su desafuero. Argumentó para ello que debido a sus contactos "puede entorpecer la causa".
A primera vista, la noticia se muestra rimbombante y explosiva. ¿No es elocuente acaso que una exjefa de Estado pueda terminar presa? ¿No lo es aún más si se tiene en cuenta que sea por “traición a la patria”?
Ciertamente, la decisión de Bonadio sorprendió a propios y ajenos. No obstante, ¿no había otras causas judiciales que tenían más complicada a Cristina? Quienes conocen el mundillo judicial advierten que es así.
Por lo pronto, a la hora de avanzar contra la exmandataria los expedientes Hotesur y Los Sauces cuentan con mayor cantidad de elementos que los que ostenta la denuncia refrendada por Nisman.
Dicho sea de paso, ¿cómo se configuró la supuesta traición a la patria por parte de la expresidenta? Ello aún no ha quedado acreditado en la extensa causa judicial.
Por otro lado, la pretensión de la entrega de energía nuclear a Irán a cambio de impunidad también cayó en saco roto, ya que la tecnología de ese país es diferente a la argentina, como explicó el inobjetable especialista Carlos Pérez Llana a canal TN en 2015.
Tal es la confusión que el propio presidente de la DAIA, Ariel Cohen Sabban, se sorprendió por lo sucedido y afirmó esta mañana: "Si el juez está haciendo todos estos movimientos, es porque conocerá algo que no conocemos”.
Otra vez: ¿Cómo y por qué Bonadio decidió avanzar contra Cristina en el marco de una causa que no tiene un horizonte claro y que fue destrozada por los principales juristas del país?
La respuesta es política, no jurídica. Tiene que ver con los vínculos que ostenta el juez con el peronismo tradicional y la venganza que ese movimiento pergeña contra la otrora jefa de Estado.
El pasado 26 de octubre, lo anticipé de esta manera en diario Mendoza Post: “No hay posibilidad de que quede detenida, no aun. Sin embargo, Cristina está segura de que ese expediente (el de Nisman) la pondrá tras las rejas finalmente por eventual ‘traición a la patria’, un delito que, según el artículo 215 del Código Penal, puede llegar a ostentar una pena de reclusión perpetua”.
En el mismo artículo se sostuvo: “Cristina no teme a otros expedientes, sino al que impulsó Nisman. Es paradójico, porque ella está convencida de su inocencia a ese respecto, y al mismo tiempo en las otras causas judiciales sí aparece realmente complicada”.
Contra todo lo que se cree, Bonadio no es un juez independiente ni mucho menos. Ha cobrado celebridad en los años 90 por haber sido uno de los que aparecía en la servilleta de Domingo Cavallo. Aquella donde reposaban los nombres de los magistrados que actuaban a pedido del menemismo.
Una vez llegado el kirchenrismo, supo cajonear y demorar importantes expedientes que comprometían a sus funcionarios. Dos de ellos han sido la irregular importación de autos diplomáticos por parte de funcionarios de Cancillería —donde avanzó sólo sobre un par de “perejiles”— y la célebre causa Skanska.
Terminada esa etapa, con el macrismo en el poder, Bonadio hace lo que mejor sabe hacer. Baste mencionar que, en su resolución, les endilgó el mismo número de DNI a Héctor Timerman y a Jorge Khalil: 11.179.478. ¿Así de prolijas serán sus imputaciones?