Este jueves, a 25 años de ocurrido el atentado a la AMIA, diario Clarín publicó una pretenciosa nota en la cual aseguró que revelaría “la historia secreta”, no solo de ese hecho, sino también de la explosión ocurrida dos años antes, en la Embajada de Israel.
Se trata de una pieza digna de estudio en las universidades por la enorme cantidad de falacias y falsedades que allí aparecen. Es una nota “anti periodística” firmada por Nicolás Wiñazki, a quien —aclaro por las dudas— le guardo enorme respeto y aprecio.
Acaso el único gesto de honestidad haya sido su confesión de que todo fue reconstruido sobre la base de “la versión de servicios de Inteligencia argentinos y del extranjero”. Es decir, versiones interesadas, como ya he demostrado sobradamente, que buscan desviar la trama real de lo sucedido. Quedó de manifiesto en los cables de Wikileaks que se conocieron en 2008.
Ello se complementa con los cables secretos que fueron desclasificados en 2005, donde queda de manifiesto cómo Israel pergeñó ocultar la verdad sobre lo ocurrido y acordó con el gobierno argentino para armar una versión que fuera más conveniente para todos. Fue el inicio de la "pista iraní". El siguiente documento no deja mentir:
Como sea, voy a refutar punto por punto, citando a Clarín:
“En alguno de los primeros dos meses de 1992, el libanés Hussein Ibrahim Mohammad Suleman Abus Abas, de treinta y un años, entró a la Argentina desde Brasil, por una frontera legal, haciendo migraciones y pasando por una aduana oficial. Esa travesía lo inició en un nuevo método para exportar el terror y la muerte que usaría la organización a la que pertenecía desde 1980, Hezbollah. En su maleta, Hussein Mohammad Ibrahim Suleman Abus Abas había escondido explosivos. Entre los dulces y los aseos se calcula que transportó de forma clandestina cinco kilos de TNT y muy posiblemente también C-4”.
La historia es inverosímil per se. Incluso no hay elemento alguno que vincule a Abus Abas con la explosión de la embajada de Israel. Menos aún con la AMIA. Sin embargo, sirve para vincular a Hezbollah con ambos hechos, aún cuando esa organización jamás comete acto alguno fuera de Medio Oriente. Por otro lado, ¿alguien imagina a un tipo de Hezbollah, que ya estaba fichado como tal, ingresando TNT y exógeno C4 como si nada al país, en una valija con chocolates?
“Ocurre que Hussein debía cumplir una orden más que le llegó desde Beirut. El Parque Centenario iba a funcionar como resguardo de sus elementos químicos que se usan para hacer bombas. Con esa guía visual, quien habría retirado los detonadores de ese escondite fue otro miembro de la yihad islámica de Hezbollah, el terrorista conocido como Samuel El Reda”.
Otra vez lo inverosímil: ¿Terroristas de alto vuelo ocultando explosivos en un parque de los más concurridos de la Capital Federal? Respecto de Samuel El Reda, el Fiscal General del Líbano ya reveló que es una persona que no existe. Ergo, jamás pudo cometer ningún atentado.
“El experto en explosivos y también “cuadro” de Hezbollah, Malek Obeid, usó el "equipaje" de Suleman para armar dos bombas con materiales diferentes pero mismos detonadores, y en meses diferentes. Una de esas bombas la cargó en una Ford F-100 el 17 de marzo de 1992. Un chofer suicida, Muhamad Al-Din Nur Al-Din, manejó el vehículo hasta subirlo a la vereda de la calle Arroyo en donde estaba la sede diplomática de Israel. El humo gigantesco desde cerca y desde lejos oscureció la ciudad. Y ahí nada quedó. O muy poco”.
Falso. Está demostrado por expertos en explosivos que en la embajada de Israel la explosión se produjo dentro del edificio, lo cual hace presumir que la bomba se ingresó camuflada con los materiales de construcción, ya que el lugar estaba en refacción. A su vez, se probó que no hubo coche bomba. Ergo, no hubo ninguna Ford F-100.
“En julio de 1994, con los químicos que sobraron de la Samsonite y del desentierro del Parque Centenario, Maluk Obeid cargó la parte trasera de una Traffic blanca sin ventanas. Fue lunes. El día después de la victoria de Brasil en la final del Mundial de fútbol en San Diego, Estados Unidos”.
Primero que nada, el explosivo que se usó para volar la AMIA no fue el mismo que se usó para volar la embajada de Israel. En el primer caso, fue exógeno C-4. En el segundo, nitrato de amonio. Por lo cual no se podría haber utilizado “lo que sobró”. Segundo, tampoco hubo coche bomba: de los 200 testigos que tiene la causa, solo una mujer llamada Nicolasa Romero admitió haber visto la Trafic y luego se desdijo, reconociendo que había sido presionada por la Policía Federal. El explosivo no vino del exterior como dice Clarín, sino que se compró en la Argentina. Quien lo hizo se llama Nassif Hadad y ello consta en el expediente judicial. Por si acaso, vale aclarar que Hadad no es del Hezbollah ni iraní, sino sirio.
“El joven Ibrahim Berro, hermano de otros "mártires" de Hezbollah, encendió la Traffic estacionada en el garage llamado Jet Parking, cercano a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). Manejó despacio. Y frente al edificio de Pasteur 633, su objetivo, dobló el volante y vio la entrada del edificio. Antes de chocarla detonó todo”.
Al no haber coche bomba, no pudo haber conductor suicida. Respecto de Berro, fue un invento de Daniel Santoro y pronto se probó falso. Fue luego de que se supo que en realidad había muerto en el Líbano, mucho antes de que ocurriera el atentado a la AMIA.
“Las autoridades de la República Islámica de Irán siguen negando, como hace años, haber impulsado a Hezbollah a que vuele dos objetivos en la República Argentina”.
No es solo el tema de negarlo, sino que no hay una sola evidencia en todo el expediente que deslice tal posibilidad. ¿No es sintomático que todos los que hemos escrito libros independientes sobre AMIA lleguemos a la misma conclusión, apuntando a Siria y desvinculando a Irán? Yo insisto en desafiar a los que apuntan a supuestos iraníes a encontrar un solo elemento en toda la causa judicial. De hecho, los cables diplomáticos que se desclasificaron en 2004 revelan que desde Israel se decidió inventar la pista iraní y consensuar ese cuento con el gobierno argentino.
“(Quienes volaron) la AMIA (lo hicieron) por supuestos compromisos no cumplidos por el gobierno de Carlos Menem en materia nuclear”.
Eso es cierto… está claro que Wiñazki desconoce que Menem tenía ese compromiso con Siria, no con Irán. Un interesante lapsus, que revela la verdad. La siguiente portada del periódico judío "Nueva Sion" del año 1999 es elocuente a ese respecto:
Finalmente
Es curioso que Wiñazki asegure que, entre las fuentes consultadas por él, se encuentre el expediente judicial.
Si lo hubiera hecho, habría descubierto que, no solo nada de lo afirmado por él en su nota consta allí, sino que además muchos de los hechos detallados son justamente al revés de lo publicado.
También sorprende que diga al final de su crónica que sus “fuentes son serias”. ¿No es lo que se espera de un periodista?
El conductor de TN argumenta que sus informantes “son agencias de países desarrollados que no suelen fallar en casos así”. ¿Ingenuidad o complicidad por parte de Wiñazki? ¿Acaso desconoce que servicios de inteligencia como la CIA y el Mossad se especializan más por sus pifies y operaciones que por su honestidad?
Quizás el colega deba leer algunos de los libros de Gordon Thomas, quien demuestra con eficaz precisión cómo ambas agencias se especializan en mentir en sus informes.
Por caso, en su libro sobre el Mossad el autor explica cómo se desvió la investigación de los atentados en Buenos Aires.
Respecto de la CIA, solo basta otear el demoledor informe del Senado estadounidense de 2014 que pone blanco sobre negro respecto de muchas de sus mentiras.
Sobre la exSIDE (hoy AFI) no hace falta ni hablar. Su falta de profesionalismo y rigor profesional excede cualquier análisis que pudiera hacerse. En el caso AMIA, con Antonio Stiuso a la cabeza, esa agencia fue la principal promotora de la falaz pista iraní, desviando la verdad de lo sucedido: la pista siria.
No es especulación, consta en el expediente judicial. El mismo que todos insisten en citar pero nadie parece querer consultar.