"A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota". Madre Teresa de Calcuta
La victoria de Alberto Fernández en las últimas primarias parece haber fruncido los tujes de reputados colegas, que salieron pocas horas después de conocidos esos números a ostentar la fe de los conversos.
A la cabeza de los panqueques pudo verse a Luis Majul, quien llegó a pedir disculpas públicamente por no haber investigado la corrupción del macrismo de la misma manera que lo hizo para con el kirchnerismo.
Lo hizo sin ponerse colorado, fiel a su estilo, porque Majul es así, un tipo que hoy puede ser de River y mañana de Boca, sin medias tintas. Mientras haya suficiente “contante y sonante” de por medio, todo se puede.
Por eso, no ha sido ninguna casualidad que, en consonancia con sus disculpas públicas, el periodista haya ido a “visitar” al candidato Fernández a su búnker de la calle México, a efectos de pedir una tregua.
Una digresión antes de seguir: ¿Hubiera hecho ese mea culpa Majul si hubiera ganado Macri las PASO?
Es sintomático que durante toda la semana antes de las elecciones, el conductor de La Cornisa haya arengado como pocas veces contra el kirchnerismo —llegó a decir que se acababa la democracia si volvían los K— y solo horas después de pronunciar esas palabras haya reculado de la manera en que lo hizo.
Lo que hizo Majul es demostrar que desconoce lo que es el periodismo, lo cual viene haciendo básicamente desde que tengo memoria. De hecho, le he dedicado varias notas periodísticas por su falta de profesionalismo, solo superado por las trapisondas de operadores de la talla de Daniel Santoro y Horacio Verbitsky.
Pero no ha sido el único panqueque: Federico Andahazi hizo lo propio, también a pocas horas de que se conociera el resultado lesivo para el macrismo. Le costó caro: poco después se “filtró” un contrato con la TV Pública por 10 millones de pesos que había firmado a efectos de hacer un programa semanal en ese canal.
Lo que ha pasado con estos y otros colegas debería ser un buen disparador para volver a discutir lo que debe ser la esencia del periodismo. Se trata de contar lo que ocurre, de la manera más honesta posible, sin el tamiz de los fanatismos o la militancia, de ningún tenor.
“Periodismo” es todo lo contrario a “militancia”: el periodista se la pasa preguntando sobre todo, todo el tiempo; el militante ostenta todas las respuestas; no tiene ninguna duda.
Por eso, cuando el kirchnerismo inventó el término “periodismo militante” terminó matando al mejor oficio del mundo, tal cual lo definió Gabriel García Márquez.
Programas como “678”, “Duro de domar” y otros, junto con diarios como Página/12, o canales como C5N, fueron exponentes de ese deceso. Porque nada de lo que se hace allí es periodismo. No se informa, sino que se desinforma.
Es bien cierto que el grupo Clarín suele informar de manera “tuerta” o gusta de “colar” cada tanto alguna operación de prensa —lo cual no solo condeno sino que lo dejo al descubierto cuando ocurre—, pero en C5N directamente se miente. Se dan noticias que no existen ni ocurrieron jamás, como cuando se dijo que Daniel Scioli había ganado las elecciones en 2015. Eso, como se dijo, no es periodismo.
El caso de Majul y otros periodistas “panqueques” debería ayudar a reflexionar a ese respecto. Porque tampoco es periodismo cuando se informa de acuerdo a los intereses de quien “paga mejor”.
La Argentina supo tener algunos de los mejores exponentes del periodismo, tanto político como de investigación. Los colegas corruptos eran la excepción, no la regla. Ahora, todo parece haberse revertido: los que hacen las trapisondas son la mayoría de los que vemos en los grandes medios.
Ello explica por qué cambió la valoración de la sociedad respecto del trabajo de los periodistas. Oportunamente, los hombres de prensa eran vistos como los fiscales de la República… como el “cuarto poder”.
Ahora, todo es desconfianza en torno a los periodistas vernáculos. Porque, como se sabe, la gente mastica vidrio pero no lo traga.
Por culpa de los Majul, los Graña, los Sylvestre, los Santoro, los Verbitsky y tantos otros, será muy complicado reconstruir los cimientos de lo que el periodismo supo ser alguna vez.
Desde esta misma "trinchera" se intenta cada día, con las dificultades del caso. Pero no alcanza. Uno es apenas una gota en el mar.