En los últimos días, cobró relevancia una curandera que “reveló” cómo le habría curado la culebrilla a Carmen Barbieri.
La reconocida actriz había sufrido lo que médicamente se conoce como herpes zóster, dolencia que le afectó parte de su rostro y que viralizó en las redes sociales.
Por eso, decidió contactar a una “bruja” de Quilmes llamada Marcela, quien se paseó por los programas de chimentos revelando que sanó a Barbieri con una tijera.
“Esto se pone en la cara nueve veces en cruces, después abierta para ‘cortar el bicho’ otras 9 veces. Después con la yema de los dedos, 3 veces más con la tijera abierta y cerrada, y termina con las yemas de los dedos”, explicó (ver al pie).
Hasta ahí, pareciera que la mujer oficia verdaderos milagros. Sin embargo, nada es lo que parece.
Sencillamente, porque jamás la actriz —Barbieri— dejó de tomar su medicación antiviral.
Porque, hay que decirlo, el herpes zoster, aunque no tiene cura, puede tratarse con medicamentos que combaten el virus ad hoc.
Incluso, para prevenir su aparición, existe una vacuna que en nuestro país se encuentra disponible desde el año 2014. Fue aprobada en su momento por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) para ser usada en adultos de más de 50 años.
La propia curandera reconoció en una entrevista que le hizo el programa Confrontados: “Yo corto la culebrilla, pero hay que tomar una medicación antiviral porque primero la medicina”.
O sea... ¿Barbieri se curó por la “magia” de la bruja o por el uso de los antivirales que ingirió, prescriptos por un médico matriculado? Lo más probable es que sea esto último.
Pero los medios han dejado el mensaje equivocado. Porque han dado crédito a los presuntos poderes de la “dotada” a la hora de hablar de la curación de Barbieri. La cual, dicho sea de paso, aún está por verse que haya ocurrido en su totalidad.
La realidad indica que nadie tiene el don de la curación, así como nadie puede predecir el futuro ni nadie puede doblar una cuchara con su mente.
Son creencias pseudocientíficas que no logran superar el rigor del análisis del método científico.
Desde hace más de 20 años, quien escribe estas líneas sabe ofrecer 10 mil dólares a quien logre demostrar que ostenta poderes paranormales. Pero nadie ha obrado el milagro aún.
Acaso por aquello que dijo alguna vez el gran Mario Bunge: “Las pseudociencias son como las pesadillas: se desvanecen cuando se las examina a la luz de la ciencia”.